Don Jacob y el acordeón

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Hay varias historias sobre el ingreso a Colombia del acordeón, uno de los emblemas de nuestro Caribe. Una dice que cierta firma alemana construyó una considerable cantidad de la versión actual del instrumento en sus inicios, pero ante el fracaso comercial en Europa alguien trajo un lote grande a Suramérica, ingresando a finales del siglo XIX por Riohacha. Otros dicen que comerciantes y marinos lo fueron trayendo de a poco.

Desde allí se expandió por la Provincia de Padilla, acogido especialmente en Valledupar, no sin tropiezos sociales porque el género vallenato era mal visto por las élites. En el mismo Macondo Úrsula Iguarán decía despectivamente que era una música perniciosa y popular.

En un principio el vallenato como tal se interpretaba con la voz (la de los vaqueros fue su origen solitario), la flauta de millo, la caja, la guacharaca y a veces la guitarra. Luego entró a encabezar el acordeón, ese forastero y "extraño" instrumento venido de la lejana Europa, para completar esa rica integración étnica e intercontinental.

Alba Luz Luque es una valduparense de palo'e mango, casada con un alemán que se enamoró de mujer y ciudad. Ella vive hoy en Odenthal (Alemania) aunque apasionada por su tierra viene regularmente. Es fundadora y presidenta de Aviva, entidad dedicada a la conservación y divulgación del patrimonio cultural de Valledupar.

Explicando tres bellas fotos familiares, a raíz del reciente Festival Vallenato hace poco Alba Luz escribió en su muro de Facebook esta hermosa remembranza que con su autorización transcribo:

"En el año 1.922, el almacén La Nueva Paciencia comenzó a vender acordeones en Valledupar… Antes de esa fecha los acordeones podían comprarlos en Barranquilla o en Riohacha, y como no había carretera se dificultaba bastante su consecución. Jacob M. Luque García, propietario de esta tienda, fue el primero que organizó el comercio en esta región, con libros de contabilidad, contabilista y empleados dependientes. Además, posteriormente puso una sucursal del almacén en Atánquez".

"Estos negocios eran misceláneas en donde se vendían desde acordeones hasta micas, tijeras, machetes, cotones, opales, linos, zapatos y cuanta cosa había que era necesaria para el diario vivir. Como no había carreteras, todo se organizaba en recuas de mulas. Cirilo Castilla, el famoso cajero fundador de la dinastía de músicos, laboró dirigiendo a los hombres que trabajaban en la recua de mulas que traían de Barranquilla toda la mercancía".

"Muchos de los acordeones fueron entregados a crédito a los acordeoneros. Se 'fiaba' a los que no tenían el dinero completo, y en los libros aparecen cuentas de varios de los juglares de la época. Como cosa curiosa todos pagaron sus deudas."

"Jacob M. Luque y Rosa América Fuentes, su esposa, trabajaron sin descanso para obtener lo que poseyeron, y a pesar de todo lo que les robaron y de las maldades que les hicieron, pudieron sostenerse económicamente y hacer el bien a mucha gente… En estas fiestas de acordeones recordamos las de antaño y al hombre que las trajo a Valledupar, Jacob Moisés Luque García".

Jacob y América son los padres de Alba Luz a quienes recuerda con amor y orgullo. Y tiene toda la razón, pues al fin y al cabo el acordeón le ha dado la mayor gloria a Valledupar y puso dicha ciudad en el mapa de Colombia y del mundo.

Dos de las fotos tienen las siguientes leyendas que también transcribo: "Acordeones en el almacén La Nueva Paciencia. De izq. a derecha: la Peché, Juan Caballero, José del Carmen Armenta, Margario Corzo y José María Luque". "Almacén La Nueva Paciencia 1.941. Jacob M. Luque y empleados de su almacén La Nueva Paciencia".

Maravilloso que todos hiciéramos públicas estas bellas y útiles remembranzas, para que no se nos olviden nuestros orígenes y las nuevas generaciones conozcan las bases de Colombia.