La dignidad presidencial

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Juan Echeverry Nicolella

Juan Echeverry Nicolella

Columna: Purgatorio

e-mail: juanecheverry@hotmail.com

Twitter: @JPEcheverry



El régimen político venezolano nos tenía acostumbrados a toda clase de excesos verbales por parte de su fallecido comandante Chávez. Se daba el lujo de tildar a otros líderes del mundo como tiranos, demonios y fascistas cada que le apetecía y sin sonrojarse.

De los dirigentes de la Iglesia católica venezolana dijo "todos los obispos son unos vagabundos incluyendo al cardenal". Al Presidente de los Estados Unidos se refirió en los términos de "cobarde, asesino, borracho e inmoral". Sobre el ex jefe del gobierno democrático de España mencionó en tono muy airado: "El fascista Aznar de la extrema derecha mundial es de la calaña de Adolfo Hitler, ¡da ajcooo y lajtimaaa!".

A la oposición venezolana siempre la insultó. Del candidato presidencial Manuel Rosales, a quien enfrentaría en las urnas, comentó: "Al Capone se queda corto al lado de Manuel Rosales. ¡Desgraciado, imbécil, ladrón, asesino!".

Toda esa incontinencia en el lenguaje la utilizó a su favor, no eran sólo salidas en falso. A partir de ellas generó estratégicamente la polarización en Venezuela y en el mundo que le permitió permanecer en el poder con alguna influencia internacional.

Ahí no para la cosa, Chávez se inmiscuyó en los asuntos internos de otros países con la confianza de quien dirige un imperio. Al pueblo de los Estados Unidos le dijo "Váyanse al carajo cien veces yankees de mierda". Fue a Honduras para referirse a su pueblo soberano de la siguiente forma: "hondureño que se oponga al ingreso de Honduras al Alba es un vende patria o es un ignorante". Y a los israelíes los sentenció: "maldito seas Estado de Israel, terroristas y asesinos".

En la Venezuela sin Chávez no sorprende que el nuevo Presidente ilegítimo Nicolás Maduro intente, sin la eficacia de su antecesor y maestro, poner en práctica la misma detestable estrategia. En el galimatías que supone cada intervención pública de Maduro ha afirmado que un ex presidente de Colombia es un asesino y que está detrás de unos supuestos planes para matarlo.

Luego de haber visto tanto desde Venezuela ni siquiera parece grave que lo diga, en todo caso ya sabemos cuál es su juego. El sátrapa venezolano se refirió directamente a Uribe pero pudo haber sido cualquier otro ex presidente. Lo realmente preocupante es el silencio cómplice del gobierno colombiano, pues al insultarse a quien ha ocupado semejante dignidad se ofende también a la unidad nacional que representa.

La soberanía nacional es un principio de la democracia representativa en el que se basan las relaciones internacionales. El Presidente de turno, como los que lo han precedido han tenido la responsabilidad, como jefes de Estado, de representar la unidad nacional y de dirigir la política exterior. Por eso no es sólo una muletilla retórica que el Presidente defienda visiblemente y con valentía la dignidad presidencial. Hacerlo es un deber y una obligación impuesta por la constitución.

Pero no, el gobierno colombiano no se manifiesta públicamente y se limita groseramente a contestar que "la dignidad presidencial no se defiende a gritos". Con ello Santos pone sus egos personales por encima de las responsabilidades de su cargo y de la defensa de su propia nación.

El Presidente del gobierno de España José Luís Rodríguez Zapatero protestó enérgica y muy decentemente en una cumbre de Presidentes en Chile en respuesta a los insultos proferidos por Chávez al ex jefe de gobierno Aznar. Dijo textualmente y como ejemplo para la bajeza con la que actúa hoy el Presidente Santos lo siguiente: "Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica - no seré yo el que esté cerca de las ideas de Aznar - pero el ex presidente Aznar fue elegido por los españoles y exijo ese debido respeto.

Se puede discrepar radicalmente de las ideas, denunciar las ideas y los comportamientos sin caer en la descalificación. Es una buena forma para entendernos a favor de nuestros pueblos que nos respetemos a los representantes democráticos y pido que esa sea una norma de conducta en representación de los ciudadanos". Semejante lección de cordura y sensatez que le haría mucho bien tanto a Santos como a Maduro: la dignidad presidencial se respeta.

Twitter: @JPEcheverry