La guerra es contra las desigualdades y la injusticia social

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Para poder integrarnos a los sistemas desarrollados del mundo debemos ser compatibles con los ideales de justicia social; quizás, ha llegado la hora y el momento de que los sectores progresistas que integran las mayorías Uribistas en el Congreso de la República, impulsen a sus funcionarios a recuperar especialmente la voluntad política.

Para de manera inmediata transformar el dramático cuadro existente tanto en nuestro Departamento como en el País, de las desigualdades e injusticias sociales existentes y para lograr estas reformas y cambios, debemos requerir de una voluntad política que, sin partidismos, trabaje contra estos flagelos convertidos en el principal enemigo que habita en el país, sin lugar a dudas.

Es urgente la recuperación política para atacar de manera urgente el inmenso círculo vicioso de la reproducción de la pobreza. Es un malestar que arroja indudables y diversos signos de molestia y malestar a nuestros sanos comportamientos sociales.

Estamos diariamente observando el vertiginoso crecimiento del penoso mapa de la pobreza y también de la indignación general; para lo que nos corresponde a nosotros, es evidente que este dramático cuadro social esta en el centro de la escena de Santa Marta y en nuestras regiones del Magdalena.

No podemos negarlo porque son unas auspiciosas señales de sensibilidad ante las desigualdades y las injusticias sociales que han crecido de manera incontrolable y desproporcionada, entre nosotros en los últimos años.

El reconocimiento de estas innegables realidades ocultas en estos complicados y difíciles tiempos de escasos triunfalismo especialmente como consecuencia de las precarias cifras económicas existentes en el Departamento del Magdalena, dan lugar a una férrea y reformadora voluntad política para lograr transformar estos inocultables desequilibrios sociales y producto de las múltiples adversidades económicas que vivimos actualmente; la falta de empleo, los bajos salarios, las reducciones del personal en las dependencias publicas, la incompetencia de las instituciones de gobierno para atender con eficacia y urgencia estas desigualdades; y hasta el desconcierto por la ambivalencia de los discursos gubernamentales que justifican estos procedimientos, como medidas esenciales, hacen imperioso y obligatorio, el lograr realizar de inmediato un cambio de voluntad política, pero en manos de verdaderos ciudadanos justos y consientes de esta innegable realidad social.

Para muchos no se trata solo del desagrado ante medidas dolorosas, sino del desconcierto ante un sentimiento que se extiende de maneras insólitas por todas nuestras regiones del Magdalena. La actual situación fiscal y las demasiadas trabas al crecimiento económico provocadas desde el pasado no ofrecieron soluciones adecuadas, ni de control, como consecuencia de ello, hoy no se han ofrecido positivos resultados para conseguir u obtener unas soluciones fáciles.

En la conciencia de los Samarios y Magdalenenses es necesario infundir la preservación de unos equilibrios económicos mucho más ecuánimes, de acertada integración dirigidos a los habitantes de nuestras sociedades, y útiles a los ciudadanos oriundos de nuestras regiones magdalenenses.

Son fundamentales principios de bien común, que nos permitirán adoptar un perfil propio, autónomo y que debemos instalar en la conciencia de cada uno de los habitantes de nuestros pueblos del Magdalena.

Así, se ponen freno a los reclamos sectoriales y regionales y se fortalecen las políticas de austeridad. Las acciones de nuestros gobernantes locales, deben adaptarse exclusivamente, a las inversiones de sus regiones prioritariamente, que atiendan los suficientes reclamos de justicia social que diariamente se expresan en los ámbitos de nuestras provincias.

La integración y representación de la voluntad popular en nuestras regiones cada día parecen más opuestas que nunca, porque no son atendidos suficientemente. Equivaldría a decir o sostener que no se puede seguir gobernando a nuestros pueblos, sino solo se podrá seguir administrando las acciones y decisiones que provienen del orden nacional.

Estas tradicionales inclinaciones del Gobierno Nacional en reiterar las estrategias de adaptación económica para el Departamento, en un prometido y esperado crecimiento económico, como consecuencias de las estrategias y gestiones de nuestros propios partidarios regionales, es una expectativa infundada.

No quiere decir esto que el crecimiento de nuestras economías no sean deseables, sino que las consecuencias de dependencia nacional, aunque puedan estudiar a fondo las situaciones en que viven los más pobres, que son muchísimos en nuestras provincias, no producen a la larga, ningún efecto distributivo asociado.

Estos sistemas lo que han contribuido desde la historia, es ha fortalecer al enemigo incrementando las distancias sociales. Es muy cierto que las capacidades electivas en el Distrito y en nuestros Municipios se han restringido en sus libertades públicas, como consecuencia del sometimiento al que ha sido sojuzgada la población en las últimas décadas, pero su independencia aun no ha desaparecido totalmente.

Por lo tanto debemos interrogarnos sobre que políticas podrán reforzar las libertades publicas, para nuestra autonomía regional y capacidad de decisión; y si no ha llegado el momento de sumarnos a nuevas corrientes doctrinarias que postulen un mejor ordenamiento de nuestras desigualdades e injusticias sociales, que no nos deje a merced de los poderosos o simplemente de unos fundamentos divisionistas y erráticos.