Necesitamos una Venezuela más inteligente que sectaria

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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



"No es sabio escuchar una sola de las partes".

Había tomado la determinación de no referirme a la situación en Venezuela, por considerar que abordarlo era ingresar al complejo e irracional mundo de las emociones y no resulta nada fácil nadar en esas aguas, la mayoría de las veces tempestuosas.
En aquel extraño mundo sólo existe el blanco y el negro, lo bueno o lo malo, lo demás es calumnia de la oposición, pero viendo el peligro continental que la misma puede generar, considero un deber de latinoamericano, exponer mi punto de vista: Antes que nada, el pueblo venezolano debe mantener la sensatez suficiente para no dejarse arrastrar a una guerra interna en la que perderían todos. Irak, Libia, Siria y Afganistán, en los últimos tiempos, son buenos ejemplos a tener en cuenta. El bravo pueblo debe tener en todo momento presente, que posee la reserva petrolera más grande del mundo, lo que la hace una presa ostensiblemente apetecida de la industria mundial en general.

Desde antes de las elecciones se comenzó a hablar de fraude, incluso se encontraron camisetas con frases alusivas; no obstante Venezuela es el único país del mundo en donde se audita por ley el 54% del total de las cajas de votación. Después de las elecciones se habló de fraude pero no se hizo denuncia formal alguna, y quién lo creyera, ni se ha hecho aún a la fecha y hora en que escribo este artículo.

Realmente están sucediendo cosas en el hermano país que son como para preocupar. Decir que hubo fraude en el centro de votación Liceo Bolivariano, ubicado en la parroquia Cuica del municipio de Carachi, Estado de Trujillo, porque allí aparecieron 712 votos, no obstante el centro tener sólo 536 electores. Al menos en este caso aparentemente tenía razón, 176 votos parecían espurios. Pero cuando el Consejo Nacional Electoral explicó la situación, todo resultó siendo una perversa o infantil equivocación. Según el CNE, en ese centro de votación no había una mesa sino dos, que contaban con un total de1066 votantes efectivos, de los cuales en una mesa votaron 536 y en la otra 176, para un total de votos de 712. Faltando por ejercer su derecho constitucional de votar 354 ciudadanos. Pero desconcierta aún más, el hecho que en ese centro ganó el candidato Capriles, quién además de no hacer la denuncia formal, sino la simple aseveración ante los medios, no se disculpa ante la opinión pública, dejando en el aire sembrada la duda y la venenosa cizaña. Hacer fraude para que gane el contrario, no tiene sentido y resulta ridículo.

Por último, el señor Capriles en un acto de fingida soberbia, envía un ultimátum, mejor dicho una amenaza al CNE, diciéndole que si en 48 horas no daban una respuesta a sus requerimientos, los que además no habían sido presentados oficialmente, el tomaría otras determinaciones. El CNE había determinado una reunión en 48 horas, y él lo sabía puesto que uno de los miembros de esa corporación es copartidario suyo. Reunión en la que se trataría lo relacionado con los aspectos técnicos que se tendrían en cuenta para el auditaje del otro 46%. Concedido de manera graciosa por el CNE puesto que en su dependencia no había solicitud oficial alguna al respecto. Y luego, como para sacarla del estadio, el señor Capriles, tiene el abuso de manifestar que aún con la revisión del otro 46% hecho por el CNE, solicitaría la realización de nuevas elecciones.

No se puede jugar con la estabilidad de un país de esa manera. Si algo ha mantenido a los Estados Unidos en los primeros lugares de la política mundial, por ejemplo, ha sido el respeto por la institucionalidad bajo cualquier circunstancia, lo que se vio claro cuando la contienda electoral por el Partido Demócrata en 2000 entre George W. Bush y Al Gore. Venezuela como cualquier país del planeta, merece el respeto no solo internacional sino fundamentalmente de sus nacionales, una guerra civil sería desastrosa para ellos y ellas y para América del Sur, Centroamérica y el Caribe. Algo muy grande parece moverse detrás del telón.