Lo que importa de la paz

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Una de las críticas que algunos hacen al proceso de paz es que se trata de la bandera de la reelección del presidente Santos. Cuando oigo tal afirmación ni siquiera me pregunto si es cierta o no. Lo que nos debe importar a los colombianos es conseguir ese esquivo fin buscado durante tantos años, sea quien fuere el que se aproveche de él en cualquier momento y manera.

Porque en últimas, ¿quién será el favorecido plena y definitivamente con la paz? No cabe duda de que la gran mayoría del pueblo colombiano, no solo el actual sino en especial las generaciones que vendrán.

Es más: Si el presidente Santos es reelegido por conseguir la paz, o incluso por estar todavía en el camino más expedito para lograrla entre todos los procesos que hasta ahora se han realizado, pues se merece la reelección si el pueblo quiere, así de simple. ¿Acaso los gobernantes no deben ser elegidos por sus logros o por las posibilidades de alcanzarlos? Así funciona la democracia.

Eso no significa que se tenga que estar de acuerdo en todo con el gobierno Santos ni abrazar su ideología ni simpatizar con los grupos políticos que lo apoyan ni hacer parte de estos. Pese a sus falencias, nuestra democracia en ese aspecto ya es lo suficientemente madura aunque a veces nos equivoquemos: ya hemos demostrado que sabemos elegir por logros y propuestas, y no solo por personas y partidos.

No estoy de acuerdo con varias medidas y actuaciones de este gobierno, como es el caso de la reforma tributaria, y los manejos dados a la malograda reforma a la justicia y al paro cafetero, entre otros. Pero no puedo permitirme que dichas acciones u omisiones, algunas de las cuales incluso me afectan personalmente, me nublen el discernimiento para observar las prioridades nacionales.

Terminar este conflicto con las Farc -y ojalá con el Eln también de una vez- no es la solución a todos los males de Colombia, pero sí es un requisito absolutamente indispensable para empezar un trabajo en procura de remediar tantos problemas estructurales que tenemos.

Esta paz o el fin de este conflicto o como quiera llamársele, debe ser la prioridad nacional porque todos los colombianos somos los mayores beneficiados, así con ello también algunos obtengan cierto provecho pasajero de una u otra manera, como el propio presidente si logra su reelección, los exguerrilleros si consiguen insertarse democráticamente en la institucionalidad, y también todos los políticos que le apuesten al proceso. Esa es la política, esa es la democracia, repito.

Sin embargo, el logro de la paz debe conllevar, entre varias, una serie de condiciones para que sea duradera, sostenible y sólida: la generosidad, la humildad, la inclusión y la ampliación de la democracia.

Por eso, de salir adelante los diálogos de La Habana, no se puede ser arrogante con quienes no creen en dicho proceso. Hay que incluirlos a todos. Al fin y al cabo la guerra la han causado y alimentado muchos en este país de una u otra manera y unos más que otros, al igual que muchos gobernantes, grupos y ciudadanos han intentado alcanzar la paz en su turno por diversos medios.

Alguno tendría que conseguirla en cierto momento de la historia sobre los errores y aciertos anteriores. Por eso será una construcción colectiva que lleva muchos años donde están incluidos quienes menos pensamos ahora, varios de ellos sin reconocerlo ni hasta desearlo y quizás a su pesar.

Quienes no creen en el proceso de paz no se pueden considerar derrotados si éste tiene éxito. Si alguno de quienes hoy defienden el proceso o hacen parte del mismo adoptan tal actitud es un craso error, porque se corre el riesgo de una paz débil y pasajera. Cobrar cuentas, recriminar por la oposición y restregar la paz en la cara, además de mezquindad, sería una herida mortal para la misma.



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