La procura del odio

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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



Soy un periodista empírico, pero no ando entre porro y porro ni entre pase y pase. Soy heterosexual, pero no tengo desprecio alguno por la comunidad Lgtbi. Soy católico, pero no veo nada de malo en que las parejas del mismo sexo se casen.

Este es el universo diverso que no es capaz de comprender Alejandro Ordóñez con su cabeza binaria. Estos matices grises son inexistentes en su visión monocromática del mundo, para él todo es blanco o es negro. Bajo su perspectiva todo término medio es pecaminoso, sucio, impuro y grotesco.

Más coraje siento ahora cuando se quiere mostrar ante las cámaras, que tan bien sabe manejar con sus arengas, mítines y demás teatro de politiquero en campaña, como una víctima del "matoneo y bullying mediático". Ahora somos nosotros, los injustos, impíos y crueles periodistas los que lo estigmatizamos por sus posturas frente a estos temas delicados, cuando él ha sido el maestro del hostigamiento estatal, el especialista en usar el poder para seguir en el poder mismo, el dedo inquisidor que como última manifestación de Dios en la tierra señala qué es pecado y qué no.

Ordóñez no ha entendido que nuestras críticas hacia su proceder no son por las cosas que profesa, realmente poco nos importa si le gusta la misa en latín y de espaldas, si se aprieta el cilicio poco o mucho o si cada Halloween se disfraza de Papa para exorcizar sus frustraciones. No, eso nos tiene sin cuidado, pues las preferencias de cualquiera, hasta las de él y bajo la misma lógica también las de los homosexuales, están respaldadas por la Constitución y son totalmente respetables. Lo que en verdad nos enferma es que quiera imponer su parecer a las malas valiéndose de la autoridad que tiene para hacerlo y extralimite sus funciones hasta querer legislar lo que pase en los pantalones de cada colombiano.

Ahora se ha embarcado en una nueva cruzada, literalmente, esta vez para sabotear el matrimonio homosexual que camina en el Congreso por la delgada línea del ultimátum que dio la Corte Constitucional. Pero, ¿por qué tanta reticencia hacia un tema jurídico que se redujo al capricho de una palabra más o una palabra menos sobre el concepto de familia? No entiendo qué perdería Ordóñez si mañana se expidiera la ley que avala esta figura y aun hoy no lo capto. La homosexualidad no es una enfermedad, es una elección como una de las muchas que tomamos todos los días. No hay un "ellos" y un "nosotros" que nos diferencie. Déjenlos casarse, déjenlos ser felices, déjenlos amarse.

Alejandro Ordóñez va a perder esta batalla porque él no la puede pelear y tampoco tiene las armas para hacerlo. La Corte Constitucional inició hace años un plan maestro para aprobar esta unión con fallos fraccionados que fueron abriendo el camino y en junio todo estará consumado. Cuando eso pase, Colombia habrá dado un paso enorme para contener el desarrollo de nuestra animalidad y vencerá la procura del odio de Monseñor Procurador y su leal séquito medieval.



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