Por el turismo en Santa Marta

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



La pasada temporada vacacional de Semana Santa mostró deterioro de los ingresos por el turismo en ciertas zonas del país. Mencionaré el caso de Santa Marta, uno de los destinos más tradicionales de Colombia cuya disminución fue notable. Hay varias causas sobre las cuales imagino que el gremio hotelero y las autoridades correspondientes harán el estudio pormenorizado.

Si bien es cierto varios lugares de esta ciudad se vieron abarrotados de turistas, los ingresos que reciben quienes viven de dicha actividad, al igual que el Distrito, se vieron disminuidos. La razón principal: el turismo informal.

La llamada "parahotelería" siempre ha existido y tampoco se puede prohibir el alquiler de apartamentos ocasionalmente, pero en los últimos años se ha vuelto un problema mayor debido a su gran incremento y al tipo de turismo que atrae.

La parahotelería no paga impuestos y aloja cantidades de personas en un solo apartamento o casa sin ningún control, lo cual satura los servicios públicos. Todo lo informal y sin posibilidades de registro es además perturbador para la planificación y el desarrollo de programas, pues los datos son inciertos. Pero, lo más grave: arrebata los huéspedes a los hoteles y quiebra tarifas.

Por otro lado, en los últimos meses Santa Marta estuvo de moda en el país debido a la contaminación del carbón, un problema de años que se visualizó más con el reciente derrame del mineral en el mar por parte de una barcaza frente a las costas del vecino municipio de Ciénaga. Si bien es cierto fue real y el problema requiere solución inmediata, tal hecho en sí no tenía por qué afectar al turismo, al menos de manera inmediata. Sin embargo, el escándalo general y los errores y exageraciones terminaron alejando a muchos turistas. Tanta polarización y polémica nacional deja un saldo que aleja al turista, convencido de que gastará su dinero en unas playas y en un mar sucio de carbón, lo cual no fue ni es cierto.

Igual sucedió, aunque en menor medida, con las diferentes polémicas surgidas por la propiedad del parque Tayrona y por los malogrados permisos para construir hoteles allí. Aunque ello no afecta al turista, este lo interpreta negativamente, y más cuando se agregó el cierre de algunos sitos en espera de resolver las consultas legales con los indígenas.

Este impacto debería ser mínimo sobre el turismo, pero la gente no es profunda en sus análisis y no quiere llevarse sorpresas en sus viajes de descanso y recreo que bastante cuestan. El turismo es sumamente sensible ante cualquier comentario o polémica que pueda generar el más mínimo contratiempo.

Por otro lado, la reciente reforma tributaria incrementó las tarifas de los hoteles, lo cual encareció el turismo en todo el país, incentivando también la parahotelería. El gobierno debe revisar con detenimiento este nefasto resultado, pues no afecta solo a quienes tienen posibilidades de viajar y a los hoteleros, sino también a quienes de una u otra manera viven de la afluencia de turistas. Si se pensó en gravar más a hoteles y turistas, se gravó de contera a miles de personas y familias de escasos recursos que viven de dicha actividad de variadas formas.

El mundo entero esta mirando al turismo como fuente de ingresos y desarrollo, y es una de las potencialidades más grandes de Colombia. Sin embargo, el gobierno lo encarece además de que le da prelación a otras locomotoras, que en muchos casos chocan con la actividad turística ante el mal manejo.

Santa Marta es una ciudad con precariedad de empleo y con alta inseguridad que afecta en especial a ciertos sectores no turísticos. Si se quiere remediar dicha situación es necesario mejorar las fuentes de empleo y, sin duda, la principal es el turismo como vocación clara de ciudad.