La resurrección de los desquiciados

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Tal parece que la Semana Santa en vez de traer cosas positivas para la humanidad, deja, al igual que hace dos mil años, una estela injustificada de locura que sobrepasa los límites de la sensatez y pone en peligro la paz mundial.

Con la muerte de Jesús en la cruz del calvario, el fanatismo, en vez de ceder en el pensamiento del hombre, creció a pasos agigantados en medio de las comunidades cercanas al Israel de esa época.

Los fariseos fundamentalistas de los tiempos de Jesús aniquilaron un gran número de seguidores del maestro, simplemente porque deseaban mantener el status de clase dirigente opresora que les permitía esclavizar a sus semejantes a partir de la imposición descarada de un conjunto de leyes enunciadas a su propia conveniencia.

Utilizando a Dios como instrumento mudo de su insana ambición, después de Moisés, la clase dirigente de Israel sometió durante mas de mil quinientos años a una comunidad atormentada con la idea del pecado. El objetivo no era santificar a un pueblo para apartarlo a Dios, sino esclavizar el pensamiento de los hombres exclusivamente para alcanzar los objetivos mezquinos que se habían demarcado.

Los sacerdotes y políticos del Israel de esa época, al igual que los corruptos dirigentes de hoy y los narcoterroristas que se esconden en la casa de Fidel, utilizaban el dolor ajeno para acrecentar la carga de los que sufrían.

Ni un solo sentimiento honesto puede surgir de la mente insana de aquellos que utilizan inadecuadamente el nombre de Dios, la patria, la pobreza, el hambre o se valen de las necesidades humanas para oprimir a sus semejantes.

Mientras en la época de Jesús los fariseos utilizaban la religión para mantener cautivo al pueblo que sufría, hoy día, la dirigencia política corrupta y el terrorismo se aprovecha del dolor del pueblo afligido para declarar guerras, institucionalizar políticas que vulneran los derechos humanos y para imponer a la fuerza sus insanas creencias desquiciadas.

Miremos simplemente hacia el lado de Corea del Norte, Irán, Cuba incluso Venezuela: ¿no están acaso sometidos estos pueblos a los caprichos y locuras de gobiernos perversos? ¿No es cierto acaso que las comunidades de esas naciones están siendo obligadas a pensar como los fariseos enfermos de esta época lo declaran?

Claro que sí. De igual forma que los líderes del Israel antiguo ordenaron, supuestamente en nombre de Dios, el exterminio de comunidades enteras vecinas a sus territorios, asimismo los lideres terroristas de algunos países, junto a otros que les siguen el juego macabro que practican, lo hacen en la actualidad.

En la semana santa que pasó, nuevamente murió el señor Jesús. Volvimos a sacrificarlo, sin embargo, esta vez no resucitó él, sino la insensatez de decenas de gobernantes y terroristas locos que quieren convertir este planeta en una zona de guerra, destrucción y muerte. Qué triste decirlo, pero es la verdad.

¿Cómo es posible que el hombre que sufre sea capaz de seguirle los pasos a este tipo de desquiciados? No lo sé, pero estoy seguro que es el tiempo preciso para detener las locuras de estos hombres deshonestos y para dedicar nuestras mejores intenciones a lograr la sana convivencia del género humano.

No son los que le hacen el mal quienes deben permanecer en el pensamiento del hombre, sino aquellos que mueren por sus semejantes, así como lo hizo el rabino de Galilea. Que Dios bendiga a esta tierra y a su gente, porque las cosas tienden a confluir hacia un destino trágico y doloroso.