Trío de ases: músicos geniales

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La muerte y la vida se juntan en un ciclo constante; nacimiento y muerte son parte del devenir de la humanidad; unos se van, otros celebran y los que vienen en camino ocuparán lugares abiertos por los ausentes. El mundo de la música no es diferente al de la vida cotidiana. Tres historias musicales se cruzan, vida y muerte, felicidad y tristeza: la vida viva.

Estocolmo, ciudad distante y fría en donde los premios Nobel y el aquavit aplacan el gélido clima, fue el último refugio de Bebo Valdés. Posiblemente, la enfermedad de Alzheimer que le acompañó en sus días finales alivió la nostálgica lejanía de su Cuba cálida y alegre, y devolverlo a sus días de infancia, a sus gloriosos tiempos del Tropicana, a su forzado éxodo con la llegada de Fidel al poder, a la ruptura familiar obligada, a la triste resignación del abandono de amigos y colegas, a dejar el mundo que hubiera querido vivir de verdad. Pianista, compositor, arreglista y director de orquesta, "el caballón" tuvo éxito y reconocimiento a mediados de su carrera con la interpretación de la música de su tierra, y luego en el jazz cubano.

Tras radicarse en Estocolmo como rechazo al nuevo régimen de la isla, "desaparece" por un largo tiempo del firmamento musical y regresa a la fama de la mano de Paquito de Rivera, realiza un inolvidable trabajo con Diego "El cigala", que prácticamente sería el definitivo: fueron más de 700.000 copias y numerosos premios. Compartió escenarios con Beni Moré, Cachao y Patato, entre otros grandes. Su hijo Chucho Valdés ha heredado su maestría y la tradición en la ejecución de los teclados; al mundo artístico, deja una historia fecunda, y un legado enorme: el jazz afrocubano.

Tal vez, no tomar una decisión fue su mejor decisión. Gustavo Gutiérrez Cabello, músico de vocación, debió haberse ido a Italia para realizar estudios formales en piano, pero una la férrea oposición de su padre frustró la ida a un país musical por excelencia. La lírica perdió a un gran tecladista, pero el vallenato conservó al cantante, compositor e intérprete que marcó nuevas tendencias de esa expresión folclórica en la época de Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Juancho Polo, Colacho Mendoza, el viejo Mile y otros grandes referentes. La música evoluciona y el vallenato no es la excepción. Sin embargo, los clasicistas se resisten a ello y preferirían un status quo interminable.

La ruptura del estilo tradicional marcó una nueva forma de entender el romanticismo a través del folclor; muchos no veían sus composiciones como vallenato; menos aún, por la ejecución del acordeón piano, el cual consideran ajeno a esa expresión. No obstante, "el flaco" se impuso y sus canciones las han interpretado Alfredo Gutiérrez, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Poncho Zuleta y muchos otros; incluso, orquestas como la Billo´s Caracas Boys y Pacho Galán le grabaron composiciones. Confidencias, La espina, Camino largo, Lloraré y muchos otros son ahora verdaderos clásicos.

El administrador de empresas que siguió su vocación musical por encima de su profesión, ese que generó polémicas y dudas entre los puristas, será homenajeado en el próximo Festival de la Leyenda Vallenata, quizás el más importante reconocimiento a su carrera y, con la rosa en la mano, deleitará a sus seguidores. Merecido homenaje a quien alegra parrandas y serenatas con tan bellas composiciones y nos libra de tantas cosas que llaman vallenato por una instrumentación copiada.

Johnny Pacheco, "el zorro de plata" como le dicen, con Jerry Masucci hizo de la Fania AllStars el equivalente caribeño de los Beatles, y de sus conciertos verdaderos Woodstock latinos. Antes de ésta congregación de genios, la salsa era algo marginal, un submundo urbano ajeno a la tradición cubana que mandaba la parada, en la cual la representación de otros países era casi objeto de desprecio.

La revolución había separado a los músicos isleños: los que quedaron dentro de ella al servicio de Fidel y los demás desde fuera luchando por sus ideales políticos. La música caribeña, acéfala entonces, toma de Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Estados Unidos y la misma Cuba los elementos necesarios para construir de la mano del dominicano una sensacional orquesta que difundió el género de la salsa por todo el orbe, con arreglos dignos de las mejores sinfónicas y músicos superlativos.

Pacheco reúne lo mejor de lo mejor, aportando también piezas memorables como "Quítate tú", el himno de la Fania, y otras como "Acuyiyé", "El rey de la puntualidad" y "La dicha mía", joyas hechas para el canto del "Conde" Rodríguez, Héctor Lavoe, Celia Cruz y para los pregones de todos en sus inolvidables presentaciones. Pacheco, a sus 78 años recién cumplidos, desde sus inicios con el cuarteto de Charlie Palmieri, puso la salsa al alcance de todos, estimuló a los demás a componer, arreglar e interpretar con las mayores exigencias, y sus orquestas han sido verdaderas escuelas. Felicitaciones, maestro.



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