Santa Marta: la cuadratura del círculo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



En el "Papiro de Rhind", del antiguo Egipto, 1650 AC, Ahmes planteó una pregunta aparentemente sencilla: ¿Se puede, teniendo un círculo, dibujar un cuadrado en la misma área de éste, utilizando únicamente una regla sin marcas y un compás?

Asumiendo el reto, los sabios de diversas épocas y civilizaciones han buscado, mediante complejas y rebuscadas ecuaciones matemáticas o profundas disquisiciones filosóficas, dilucidar el acertijo sin convencer a los académicos: no aparece la "demostración del problema", frase clave en las matemáticas.

El tema ha sido explorado por filósofos, alquimistas, matemáticos y esotéricos: cada quien a su manera, le ha dado un significado especial. Algunos avezados relacionan el problema con el círculo armónico musical. Otros miran hacia a la Pirámide de Keops e, incluso, a la disgregación cromática del haz lumínico. Aproximaciones más filosóficas que matemáticas buscan la conjunción de conceptos que aparentemente no armonizan entre sí, sin llegar a la respuesta definitiva.

¿A qué viene el tema? De los sesudos análisis intelectuales y científicos podemos extraer conceptos aplicables a nuestra ciudad. Por un lado encontramos la muy agradable y positiva noticia del éxito que en materia de desempeño fiscal muestra el Distrito, colocándose en el tercer puesto en el orden nacional y de primero en el regional.

El burgomaestre samario, Juan Pablo Díaz Granados, afirma que "este resultado garantiza el proceso de inversión social y el saneamiento de las finanzas en el corto plazo, a mejorar la confianza en la inversión pública y privada". Sin duda, alentador panorama al cual se suma un auge sin antecedentes en materia de inversión, especialmente en la construcción y sectores de servicios. La contracara del círculo virtuoso del desempeño fiscal es el cuadrado del caos que vive el Distrito.

El Centro Histórico está descuadernado: sucio y despedazado; pululan vendedores ambulantes y mototaxistas; en los barrios se producen protestas por los pésimos servicios públicos; cada año, las inundaciones causan grandes destrozos; la salud pública anda manga por hombro; la gente se queja de la corrupción rampante; el mobiliario urbano es deficiente; las vías, precarias e intransitables; el crimen hace su agosto; la educación pública es vergonzosa y hasta el emblemático Liceo Celedón se cae a pedazos, víctima de la indiferencia institucional.

La pregunta entonces es: ¿cómo encajar el excelente desempeño fiscal con una gestión que aún no arroja los resultados esperados?, ¿cómo cuadrar el círculo?

El asunto ahora, más que esotérico o matemático, es de orden práctico, de voluntad política. Siempre se debatirá si es mejor sanear primero las finanzas para invertir después, o si resulta mejor endeudarse para hacer las inversiones y recuperar después los dineros por las vías de la tributación y de la productividad.

Otros pensadores políticos que prefieren ejecutar al mismo tiempo que se van generando condiciones fiscales favorables. De cualquier modo, los equipos de gobierno utilizan sus modelos políticos para definir cómo recaudar, cómo controlar, dónde y cuándo invertir, cuáles son las necesidades de corto y largo plazo, y cuáles son las prioridades del gasto público.

 Gobernar no es tarea fácil y, con los altibajos de nuestra ciudad, el asunto se complica y, más aún, cuando algunos sectores por fuera del poder formal prefieren sabotear una gestión en detrimento de los intereses generales: el ciudadano sólo importa a la hora de los votos.

En la política parroquial, el egoísmo sectario de algunos parecería producir más réditos que el trabajo desinteresado por la comunidad. Más grave aún: la sociedad, por su parte, parece haber perdido la capacidad de asombro y la de una respuesta electoral contundente ante semejante accionar de los politiqueros, cuyo principal objetivo el saqueo de las arcas del erario.

En medio de semejante panorama, todo parece urgente, todo es importante. Empezando por lo apremiante, se antoja inmediata la verdadera recuperación de Centro Histórico, no en lo cosmético sino en lo funcional: reparación de las vías, reorganización del tráfico, recuperación del espacio público, reubicación de los vendedores ambulantes, atención a la seguridad, en fin, acciones que no requieren de mayor inversión sino de voluntad política y que mostrarían verdadera gestión social, generando el bienestar que la ciudadanía reclama a gritos.

Otra cosa son los proyectos de largo plazo en sectores como salud, educación, seguridad, recreación, infraestructura o servicios públicos, con un eje transversal fundamental: la lucha a muerte contra la corrupción a través del manejo transparente de los recursos, una verdadera meritocracia y la contratación transparente, entre otras cosas.

Para cuadrar el círculo, hay que acoplar las necesidades sentidas de la ciudad y sus gentes con la gestión pública eficiente, transparente y oportuna: es asunto de ponerse en los zapatos del ciudadano de a pie, de ejecutar debidamente el presupuesto y de tener la intención real del logro de unos resultados que no vemos todavía.