¿Nos vamos a dejar hacer ese gol?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Primero fue un triciclo y un par de años después una bicicleta, pero el truco era el mismo. La bicicleta que había estado arrumada y dañada en el garaje por largo tiempo, un día desaparecía para volver a aparecer milagrosamente bajo el árbol navideño con un color distinto, como si fuera nueva. En mi familia, una Navidad me llegó el turno de ser el feliz dueño de la bicicleta, que también había pertenecido a mis hermanos en sus respectivos cuartos de hora.

Muchos hijos y poca plata, y como desafortunadamente el triciclo y la bicicleta no crecían, entonces había que pasárselos a los que venían detrás, por aquello de las economías familiares.

Muchos samarios deben sentirse hoy, como yo me sentí aquella navidad en que la nueva bicicleta vieja fue mía. Emocionados con los proyectos aeropuerto "internacional" y estadio de futbol.

¿Cómo negarlo? La maqueta del aeropuerto está bonita. El problema es que es el mismo aeropuertico aunque sea más bonito. Lo del estadio es una incógnita todavía.

Mi generación recuerda como nos llenábamos la boca y sacábamos pecho, o en su defecto barriga, cuando el Simón Bolívar fue modernizado hace un pocotón de años. Era el mejor de toda la Costa Caribe y uno de los mejores del país. ¡Que orgullo!

Desde esos ya lejanos días, Santa Marta ha crecido exponencialmente y muchas cosas han cambiado como para que nos quieran dejar el mismo aeropuerto, pistas más pistas menos. Esto no tiene lógica.

Habrá de saber el Alcalde, que una vez construyan el aeropuerto "internacional", no le vuelven a echar una mano de pintura en varias décadas. Me gustaría preguntarle al Alcalde si ese es el aeropuerto que se compadece con la vocación de desarrollo de Santa Marta. ¿Cuál es esa vocación Alcalde?, ¿Es el aeropuerto una oportunidad de desarrollo para Santa Marta y sus alrededores?, ¿Será idóneo en diez o veinte años?. El futuro es el punto de partida de cualquier planeación estratégica.

Empeluchar el aeropuerto no es una buena decisión, salvo que sea eso o nada. Se estaría desperdiciando la oportunidad de hacer un mega proyecto que realmente puede cambiarle el destino a Santa Marta. Ciudades se han desarrollado a partir de este tipo de proyectos. Por ejemplo, Dallas en los Estados Unidos, y recientemente, Denver que gracias a la terquedad de Federico Peña logró construir un aeropuerto que en ese entonces parecía excesivo, pero que a la postre resultó siendo un catalizador de desarrollo.

El aeropuerto de Santa Marta, debería ser muchas veces más grande que el proyectado y por lo tanto debería estar en otro lado. Santa Marta tiene puerto marítimo de aguas profundas, e imagínense si tuviera un aeropuerto con gran capacidad de manejo de carga. Además tiene tren que va hasta el puerto. Podríamos crear un sistema integrado entre estos tres, cuatro si se cuenta transporte terrestre. Muchos negocios del mundo querrían producir en Santa Marta y sus alrededores. Seriamos un centro logístico y de transporte sin parangón en toda la región.

En comparación, Bogotá no ha terminado de construir El Dorado, y ya están pensando que se quedó pequeño. Sin duda es una ciudad que reconoce la importancia de un buen centro logístico y de transporte para su desarrollo. Yo invito a Caicedo a repensar este proyecto. Aún estamos a tiempo.

Con respecto al estadio, creo que el proyecto debería incluir también a todos los escenarios deportivos aledaños, aunque su construcción se haga en varias fases. No es posible seguir planeando a retazos y sin visión de futuro. Un estadio con poca capacidad, lo hace poco atractivo. Pensemos en una Ciudadela Deportiva y en un estadio a los que no les falte nada el día que Colombia sea la sede del Mundial de Fútbol. Hagamos un estadio que sea financieramente atractivo para cualquier franquicia deportiva, sea el Unión Magdalena o cualquier otra.

¿Será que es demasiado pedir, esperar que nuestros gobernantes piensen en grande?. Las soluciones que nos plantean son demasiado provincianas y no generan oportunidades de desarrollo para la región.

Como la bicicleta no puede crecer, la pintamos y se la pasamos al que viene detrás. Realidad de muchas familias colombianas y filosofía de gobernantes liliputienses.