El descontento de los empresarios del campo

Columnas de Opinión
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Desde hace varios meses he estado participando en foros y charlas con empresarios de los sectores agrícola, ganadero, forestal, avícola, y piscícola del país, y créanme que no he podido hallar uno solo que no manifieste una profunda preocupación por el deterioro del sector agropecuario, la ausencia de una política coherente que confiera la estabilidad que el sector necesita y hasta su desilución frente al gobierno que ayudaron a elegir.

Recuerdo que cuando el presidente Santos realizó su primera cumbre de ministros en Anapoima, prometió a los colombianos que en su gobierno no imperaría la improvisación. De hecho estableció una ruta de trabajo de una clara línea gerencial donde comprometió a sus ministros y demás colaboradores a hacer pensar en profundidad y hacer las cosas bien hechas, partiendo de la base de que es la única manera de obtener óptimos resultados.

Desafortunadamente se le han colado muchos académicos sin experiencia en el sector, y han caído en eso que los estudiosos llaman "la parálisis del análisis". Por no llegar al origen de los problemas, muchos programas de gobierno que tenían un diagnóstico claro y un buen plan de acción, se quedaron en solo anuncios y en el Power Point.

Así las cosas -con un mandatario que no conecta y aislado por unos tecnócratas quienes parecieran estar ocultando la realidad de los problemas del país- esta administración se ha volcado a los medios pero los asuntos sustanciales no se están abordando adecuadamente. El costo político y económico de esta orientación es muy alto, y esta es la hora en que todavía no se vislumbran soluciones concretas a la crisis del agro en Colombia.

La estrategia establecida por el Gobierno en 22 artículos del Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, no ha dado los resultados esperados en materia de crecimiento del sector y generación de empleo, por la falta de ejecución de los programas y la improvisación en la implementación de las políticas. Veamos algunos ejemplos: No se ha inaugurado un solo distrito de riego importante en el país, el plan de las 600 mil hectáreas de reforestación comercial se marchitó en el intento, el sistema de trazabilidad para mejorar la sanidad agropecuaria e inocuidad de los alimentos está congelado en el ICA, el proyecto de Ley de Desarrollo Rural no ha sido radicado en el Congreso, la política de innovación tecnológica agropecuaria no ha arrancado en el terreno, el programa de asistencia técnica es un fiasco, el seguro agrario no ha logrado una cobertura significativa y el crédito agropecuario se encareció. Ya ven, ¿Por qué se estancó la superficie cosechada, se bajó la producción de los cultivos, crecieron las importaciones de alimentos y se redujeron los ingresos de los productores?.

Con este desbarajuste, sería procedente que el Gobierno fijara sin dilación una política clara y unas directrices de actuación a los distintos ministros. Necesitamos estabilidad en los procesos y los medios imprescindibles para que los productores del campo puedan desarrollar su trabajo.

Es tiempo que el Gobierno rectifique este camino de deterioro vertiginoso de la agricultura y la ganadería, y disipe, de una vez por todas, la frustración que se está acuartelando en la clase empresarial y productores del país.

P/D: Es hora de ir pensando en un revolcón en la anquilosada dirigencia gremial de la producción agropecuaria del país. Nos estamos pareciendo al cónclave de Roma. Ya está bueno de tantos diagnósticos, cocteles y comités de aplausos. Necesitamos quien ejecute y se unte. De poco sirve seguir exigiendo al Gobierno ayudas paternalistas sin hacer algo para sacar a sus agricultores del círculo vicioso de la ineficiencia y de la pobreza rural.



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