¿Urbes modernas?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Póngale la firma: desde los primeros asentamientos humanos hubo conflictos que obligaron a los necesarios acuerdos para garantizar la estabilidad y continuidad de los grupos.

Desde la primitiva Jericó hasta Chicago en la era industrial, pasando por Romay Tenochtitlán, las poblaciones tuvieron que desarrollar códigos de convivencia que les permitieron organizarse. En busca de un mejor vivir, hubo planteamientos interesantes: Ebenezer Howard, Raymond Unwin y Geddes proponen trasladar el naturalismo del campo a la ciudad, una suerte de evolucionismo biológico. Son los albores del urbanismo moderno que buscar organizar debidamente las ciudades: espacios, recursos y convivencia en procura del bienestar de las poblaciones. Ya Hipodamo de Mileto había propuesto el mapa del Pireo, y Felipe II había dictado reglas para la construcción de ciudades en el Nuevo Mundo. Había, pues, modelos urbanísticos de acuerdo con las épocas y las circunstancias.

En tiempos, más recientes, Le Corbusier, Aalto, Wrighty Niemeyerhan hecho grandes contribuciones al bienestar de los citadinos. Barcelona, incitada por los Juegos Olímpicos de 1992, cambió radicalmente y se convirtió en referente mundial de urbanismo. Medellín, desde hace 10 años, invirtió al menos 1/3 de su presupuesto en educación, apoyó el emprendimiento para la población excluida, llevó internet en hogares y empresas y, junto con los proveedores de servicios públicos, involucró el concepto de ciudad inteligente, incluyendo el control del tránsito y la seguridad.

En esos procesos no pueden faltar ciencia, tecnología, innovación, ecología y arte aplicados a los espacios físicos. Como en los sistemas computacionales, hay que inocular en el espíritu colectivo 5 virus: educación, cultura, civismo, sentido de pertenencia y compromiso.

El mandatario debe mostrar vocación orientada al bienestar del ciudadano. Claro, algunos para justificar su inacción tienen escudos perfectos como "presupuestos exiguos" o "baja tributación", además del espejo retrovisor para desfogar culpas; en el círculo vicioso de las evasivas y subterfugios, el habitante habla de corrupción, ineptitud, politiquería, favorecimiento, indiferencia, falta de vocación de servicio y un largo etcétera con el cual argumenta evasión y elusión, e indiferencia hacia su ciudad.

Naturalmente, se puede romper ese ciclo perverso y conectar los intereses de la comunidad con los actos de gobierno. No se requieren inversiones gigantescas, pero se necesita creatividad y ganas; hay que transmitir esos 5 virus a toda la población buscando la masa crítica necesaria para generar el cambio. Si otros lo hicieron, en cualquier lugar y tiempo se puede si se tiene un proyecto claro con objetivos definidos y la necesaria hoja de ruta.

¿Cómo sabe usted si vive en una urbe? No me refiero al tamaño, la complejidad o la "modernidad". Hablo de la integración entre una infraestructura razonable, la debida organización y el adecuado comportamiento ciudadano; desde luego, sería ideal la ciudad súper moderna, pero no es un elemento crítico, créame.

Para saberlo, salga usted con ojo avizor a recorrer calles y observe, por ejemplo, si existe señalización adecuada y se respetan las normas de tránsito por parte de conductores, peatones y autoridades; si hay espacios adecuados para la circulación de los discapacitados, y cortesía hacia la tercera edad, sin obstáculos perversos; si el espacio público es suficiente y se le respeta; si hay bastantes parques y zonas verdes con bancas y fuentes, arborizadas, aseadas y bien mantenidas, sin vandalismo; si la autoridad ejerce debidamente y se percibe seguridad, respeto y confianza; si no hay contaminación visual o auditiva. Revise también la calidad de los servicios públicos domiciliarios; de hospitales y puestos de salud, de escuelas y universidades públicas; la cantidad de museos y teatros, de bibliotecas y librerías, de centros deportivos y lugares de recreación para todos.

Examine el transporte público, y respeto por los paraderos y los turnos; la ausencia de niños, ancianos e indigentes pidiendo limosna; el estado y demarcación de las vías, la semaforización para peatones. Analice el comportamiento de los funcionarios, estatales o privados, que atienden público, el trato del habitante local al foráneo; las conversaciones casuales de la gente, la cartelera de espectáculos y la agenda cultural; examínese usted mismo.

Naturalmente, hay mucho más por repasar. Después de éste ejercicio, si sus respuestas le generan más certezas que dudas, reside usted en una ciudad con todas las de la ley, una verdadera urbe; si no, sobrevive en una "jungla de cemento, y de fieras salvajes, cómo no", según cantaba Héctor Lavoe, dónde todo está por construir, empezando por el ciudadano.

Apostilla: Hablando del tema, un buen punto se anotaron en Manizales y Bogotá, al retirar de circulación carros de tracción animal y cambiarlos por vehículos de carga. Alguna vez leí que las ciudades civilizadas se reconocen por la ausencia de excrementos de perros en las calles. Agregaría que también por la carencia de animales callejeros y de carros de tracción animal.