Bodas de oro del 'boom literario'

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Este año es importante para las letras castellanas. Se cumple medio siglo de la aparición de 'Rayuela' novela de Julio Cortázar. Puede afirmarse que con esta obra, publicada en 1963, comenzó el llamado 'boom literario latinoamericano".

El mundo de la literatura volvió sus ojos hacia América Latina y descubrió que el idioma español permitía un tratamiento diferente al que había proliferado en España. No obstante las obras de narradores como Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, muy conocidos en Europa, y de autores como Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti y Juan Rulfo, los lectores del viejo mundo ignoraban lo que por estas tierras ocurría con el manejo de la lengua de Cervantes. Claro que sí descollaban con luz propia Borges, Neruda y ya admiraban a Rubén Darío y sus innovaciones dentro del modernismo literario.

Fue el argentino Julio Cortázar quien, con 'Rayuela', revolucionó la lengua castellana. Esta obra, que desde el comienzo concede licencia al lector para que pueda leerla en el orden que mejor le parezca, llamó la atención de los críticos y hoy, cincuenta años después, sigue siendo objeto de estudios y tesis de grado en instituciones de enseñanza. En francés, lengua que dominaba Cortázar, el título es 'Marelle', que en el castellano nuestro equivale a 'Peregrina' o 'Golosa', el juego de niños en el cual se salta de una casilla a otra sobre una figura trazada en el suelo. De esa manera puede leerse 'Rayuela'. Pero como es mejor leer las obras y no atenernos a una síntesis de ellas y mucho menos a la arbitraria explicación de sus mensajes, preferimos dar a conocer algunas notas sobre su autor.

Julio Cortázar nació en la embajada argentina en Bruselas (Bélgica) el 26 de agosto de 1914. Cuando llegó a París, en 1951, en sus valijas había abierto espacio para llevar consigo gran parte de la agobiante situación argentina bajo el régimen de Perón, dictador que había subido al poder en 1946.

Ya en Francia, dotado con una beca de estudios, prolongó su permanencia y más tarde se convirtió en ciudadano francés. Trabajó para la Unesco y no dejó de escribir. Entonces aparecieron 'Final de juego', 'Las armas secretas' y 'Todos los fuegos el fuego'. También escribió 'Los premios', 'Historia de Cronopios y de Famas', 'La vuelta al día en ochenta mundos' y 'Un tal Lucas', entre otros.

Su permanencia en el exterior era voluntaria cuando solicitó la nacionalidad francesa en los años setenta, pero en 1976 su exilio se convirtió en forzoso, pues su libro de cuentos 'Octaedro' (1974) mereció la condena de la Junta Militar argentina de ese momento. Resultado de su actividad política permanente fue la aparición del 'Libro de Manuel', novela donde se muestra solidario con las protestas sociales.

Cortázar entregó los derechos de autor a las familias afectadas por la dictadura del general Lanusse en Argentina. Más tarde, cuando por la misma obra le concedieron el premio Médicis, ese dinero contribuyó a sostener la causa chilena en contra de las torturas del general Pinochet. No en vano el autor había formado parte, junto con García Márquez, del Tribunal Russell para el análisis y la consiguiente condena del dictador.

El compromiso de Cortázar con la protesta social en nuestro subcontinente, lo patentiza en esta afirmación: "Si yo me hubiera quedado en Argentina probablemente no habría llegado a entender nunca lo que pasaba en mi propio país".

A partir de su primer viaje a Cuba y su contacto físico con la Revolución cubana, Cortázar comprendió que hay un destino latinoamericano en juego. Lo afirma convencido: "Ya no es posible refugiarse en la torre de marfil de la literatura pura, el cine puro, la pintura pura. Hay que estar ligado de alguna manera al destino de nuestros pueblos."

El verdadero Cortázar está atomizado en su literatura pero también en su acción por fuera del arte. Cortázar murió el 12 de febrero de 1984 en París.