Los pecados del pasado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Camino una y otra vez por las calles tristes y oscuras de mi conciencia marchita, y alrededor, solamente imágenes fantasmagóricas procedentes de un pasado castigador me persigue. No vivo ni duermo tranquilo, de hecho, no podría hacerlo sabiendo que los errores que alguna vez cometiere continúan acechando la esperanza de una posible redención.

¿A quién habré de rendir cuentas en el presente?, ¿A quién habré de rendir cuentas en el futuro?. Esto aún está por definirse. Aunque quisiera rendir cuenta de mis acciones únicamente a Dios, así como a Dios tendré que dar cuentas a los hombres.

A Dios, porque no fui capaz de hacer buen uso de aquellos talentos que él amorosamente me dio para desenvolverme adecuadamente en la vida. A los hombres, por no haber puesto esos talentos al servicio de mis semejantes, y por no haber hecho más cuando la gente angustiada y dolida me necesitó. A Dios, por ambicionar más de lo que debí ambicionar, y por buscar siempre satisfacer mis propias necesidades sin tener en cuenta jamás la necesidad de los demás. A los hombres, porque no ambicioné sanamente y porque pensé únicamente en mí sin importar quién o quienes, buscaban un gesto de afecto y aprobación.

A Dios porque no fui honesto conmigo mismo o con los demás, y porque siempre tuve una razón justificada para validar mis malas actuaciones a pesar del dolor y el sufrimiento que infringí a tanta gente inocente.

A Dios porque no fui sincero con los que me amaron, y porque no atendí con respeto el llamado de aquellos que imploraron ayuda, misericordia y comprensión. A los hombres, porque no escuché los gritos de dolor y sufrimiento de los que imploraron adoloridos esa asistencia, mientras yo, por vanidad alimentaba mis oscuros y egoístas pensamientos.

A Dios, porque no asumí una actitud honorable y limpia frente a él. A los hombres, porque remplace el trigo o el arroz de los campos por minas, explosivos y muerte.

A Dios, porque no fui un instrumento suyo para la paz. A los hombres, porque no tomé el hacha o el azadón para sembrar esperanza, sino que empuñe mi fusil para sembrar el terror y la maldad en cada rincón de mi amada Colombia.

A Dios, porque no hice justicia al pobre y al humilde, y usé además su nombre para falsear, mentir y matar a quien no pensaba como yo deseaba que pensare. A los hombres, porque injustamente les agredí imponiéndole más cargas de las que podían soportar.

A Dios, porque no escuche lo que me decía acerca de la forma correcta de gobernar a mi pueblo y a mi gente. A los hombres, porque gobernando me convertí en un ser repulsivo, deshonesto, colmado de corrupción y maldad a quien solo le interesaba enriquecerse y alimentar sus sucias ansias de poder.

A Dios porque destruí mi amada tierra y mi planeta. A los hombres, porque ese planeta y esa tierra contaminada y triste es la tierra de aquellos hombres que tras de mí vienen. Porque ese planeta y esa tierra, es la tierra de los hijos de mis hijos y por consiguiente, la tierra de los hijos de Dios.

¿A quién habré de acudir para reparar el mal que he hecho?, ¿Qué habré de hacer para borrar los despropósitos de mi vida?. No lo sé. Porque así como a Dios, a los hombres y a mi planeta he maltratado.

Que la historia perdone el mal desaforado que alrededor de los hombres y de mí se ha alineado. Que la historia nos perdone, porque transgredimos egoístamente las reglas que decentemente buscaban la construcción de un mundo más justo y mejor.

Que la historia nos perdone, porque Dios y los hombres tal vez ya no perdonen el mal que usted y yo nos hemos hecho a nosotros mismos.



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