Santos o Uribe, ¿las únicas opciones?

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Escrito por:

César Serpa Vega

César Serpa Vega

Columna: Opinión

e-mail: cesarserpavega@yahoo.com



Colombia es un país que vive en constante movimiento político. No han terminado de posesionarse los mandatarios y ediles recién elegidos cuando ya se comienza a planificar la siguiente campaña electoral. Lastimosamente en estos últimos tiempos hemos llegado a unos niveles de división ó polarización política e ideológica muy preocupantes, casi comparables a los tiempos de la llamada "violencia" de las décadas de los años 40 y 60, ó más recientemente, a la época del frente nacional.

Actualmente el debate político-electoral se ha reducido, minimizado ó simplificado prácticamente a dos bandos ó sectores: los "Santistas" (seguidores del actual Presidente Juan Manuel Santos) y los "Uribistas" (los del ex-Presidente Álvaro Uribe). Ésta evidente e innegable situación debería producir una enorme tristeza para todos aquellos que se autodenominan demócratas ó para cualquier sistema político u organización social que se considere democrática.

Como bien sabemos la Democracia se hace más legítima cuando existe dentro de su órbita, esfera ó marco, un mayor pluralismo ideológico; ó en otras palabras, entre más expresiones políticas existan en un país, y entre más intereses variados se representen, entonces su calidad, reconocimiento y legitimidad será mayor.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir entonces que es muy decepcionante que una supuesta democracia madura, estable y moderna sólo cuente de forma visible y contundente con esas dos únicas fuertes opciones seguras de poder, sin que olvidemos que existen otras tendencias políticas -y hasta una valiente oposición reducida a la mínima expresión que más sirve para legitimar el excluyente sistema político actual-, pero siendo realistas tenemos que reconocer tristemente que la política de hoy sólo se debate entre los gobiernistas y la nueva oposición Uribista (aunque sea por un conveniente cálculo electoral); qué miopía e inmadurez política. Seguramente por eso es que no salimos del subdesarrollo parroquial y provincial.

Se necesita con urgencia en Colombia una renovación de liderazgos, un replanteamiento ideológico y político, una evolución hacia las tendencias sociales que se están imponiendo en el mundo con éxito, ideologías políticas y socioeconómicas que propician el crecimiento pero con una fuerte redistribución -"Repartir para crecer, crecer para repartir", como decía el ex-Presidente Brasilero Lula-. Es necesario e imperativo que Colombia evolucione y progrese en lo político, para que dejemos de seguir enfrascados y atorados en debates provincianos de siempre (corrupción, politiquería, reformitis tributaria y política, etc.) y podamos comenzar a dar las discusiones que el mundo moderno y las civilizaciones modernas requieren, como los temas ambientales y ecológicos, el calentamiento global, las energías alternas, nuevos modelos económicos, las redes sociales, el papel activo de la ciudadanía en la democracia, etc.

La política colombiana debe dejar de girar alrededor de los mismos temas desgastados de hace años; debemos mejorar y ampliar el debate político para que no lleguemos al extremo actual, en el cual para las próximas elecciones tenemos que escoger casi que exclusivamente entre Santistas ó Uribistas. Esta es una situación muy triste y mediocre que habla muy mal de la calidad de nuestra democracia. Un país moderno debería estar propiciando el surgimiento de nuevos liderazgos, de nuevos grupos representativos. Es preocupante ver como la escena política actual es dominada nuevamente por los mismos poderosos de siempre; siguen sonando los mismos apellidos en la renovación de los cargos públicos, y lo que es peor, las élites siguen cediéndose y heredán-dose el poder entre ellos mismos, casi al mismo estilo de las monarquías arcaicas. Aunque no es prohibido ni negativo que esta situación se dé en casi todas partes del mundo, por lo menos en otras sociedades ó estados civilizados se compensa con el fomento, promoción, impulso y protección de movimientos alternativos que representan nuevas tendencias sociales, políticas y económicas que han florecido en estos tiempos álgidos y modernos.

Sería bueno replantear nuevamente el actual sistema electoral para abrir un espacio vigilado que propicie la aparición de nuevos movimientos que oxigenen, refresquen y permitan el debate público en todas las instancias de deliberación, sobre temas que tanto necesitamos escuchar como por ejemplo: ecología (tan de moda ahora por la depredación minera), humanismo (medir el desarrollo como bienestar humano y no solo económico); y otros espacios que representen de forma muy directa y puntual a colectivos sociales que tradicional e históricamente han sido excluidos ó que en su mayoría han estado aprisionados y revueltos en los partidos tradicionales (campesinos, indígenas, negritudes, artistas, deportistas, etc.); también sería bueno que haya cabida para las nuevas tendencias sociales mundiales tales como: los ciudadanos del común, los llamados indignados, trabajadores y desempleados, empresarios grandes y pequeños, la revolución de las redes sociales, etc. En conclusión, todo lo anterior es para que a futuro tengamos mayor pluralidad de opciones y no nos vuelva a tocar escoger sólo entre una reelección vanidosa o una derecha resentida.