Pablo Neruda: otra víctima de Pinochet

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Los demócratas de Chile y de toda América Latina aún hoy claman justicia en favor de los miles de ciudadanos asesinados y desaparecidos en la república austral durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

No han sido suficientes los treinta y siete años transcurridos desde el día aciago en el cual la bota militar chilena pisoteara los derechos civiles de una nación que se mostraba a sí misma como modelo de democracia.

Ese día, 11 de septiembre, después de abatir con todas las armas del poder el Palacio de la Moneda, el arrogante mandatario entronizó la violencia oficial que gravitaría durante diecisiete años sobre la nación chilena. No bastaron la acción decidida del juez Baltasar Garzón, ni las investigaciones exhaustivas; mucho menos tuvieron el eco necesario las reclamaciones y protestas de familiares de las víctimas del nefasto régimen para llevar a la cárcel al tirano militar.

Las viudas y los huérfanos, al final, no vieron recompensadas sus lágrimas porque el senador vitalicio, amparado por el eufemismo jurídico "demencia senil" logró eludir la pena que sobradamente merecía.

En forma paralela a la desgracia política y social de Chile se destaca un hecho doloroso en el campo cultural: la muerte de Pablo Neruda, ocurrida el 23 de septiembre de 1973, sólo doce días después del derrocamiento y muerte del presidente Salvador Allende, elegido democráticamente por el pueblo chileno. Revisando nuestras 'Acotaciones' de hace algunos años, encontramos un fragmento que siempre tendrá validez.

Textualmente dice: "No es fácil permanecer neutral al relacionar ambos acontecimientos. A raíz del cambio de gobierno, el presidente Pinochet prohibió el suministro de una droga que diariamente debía ingerir el Poeta -con mayúscula, como lo llama la escritora Isabel Allende a lo largo de su novela 'La casa de los espíritus'-. Es esta la razón por la cual la muerte de Neruda se le atribuye al dictador Pinochet."

Decía el vate chileno: "Si me preguntan qué es mi poesía debo decirles: no sé; pero si le preguntan a mi poesía, ella les dirá quién soy yo". No se equivocaba el poeta, porque sobre sus poemas está volcada su recia personalidad.

Recordemos al autor de obras y poemas tan conocidos como 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada', 'Crepusculario', 'Tentativa del hombre infinito', 'Residencia en la tierra', 'El hondero entusiasta', 'España en el corazón', 'Canto general', 'Alturas de Machu Picchu', 'Que despierte el leñador', 'Los versos del capitán', 'Odas elementales', 'Cien sonetos de amor', 'Navegaciones y regresos', 'Canción de gesta', 'Cantos ceremoniales', 'Memorial de Isla Negra', 'La barcarola', 'Las piedras del cielo' y 'Confieso que he vivido', entre otras.

La poesía de Pablo Neruda -cuyo verdadero nombre era Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nacido el 12 de julio de 1904- está comprometida con el destino de América. Sólo sus primeras obras rezuman un sentimentalismo personal, reflejo de sus años juveniles.

Cuando comienza su período de madurez y su militancia política, Neruda comprende el valor de la palabra como instrumento de persuasión. Un poema suyo, con sólo su título demuestra esta polémica y comprometedora posición: 'Hay que matar a Nixon'. En pocos versos el poeta recomienda, argumenta y justifica su vehemente petición.

En este aniversario de la desaparición del poeta, un homenaje diferente para el insigne bardo puede ser la lectura de sus discursos parlamentarios publicados bajo el título 'Yo acuso', de la Editorial Oveja Negra, aparecido en abril de 2003. En esta obra veremos más que al poeta al hombre político que siempre fue.



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