El negro Mar Caribe

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Juan Echeverry Nicolella

Juan Echeverry Nicolella

Columna: Purgatorio

e-mail: juanecheverry@hotmail.com

Twitter: @JPEcheverry



El país está escandalizado por una fotografía que muestra supuestamente cómo una maquinaria de la Drummond derrama decididamente carbón sobre el mar. La foto fue transmitida al parecer por los mismos trabajadores de la multinacional. Sin embargo la empresa minera ha negado los hechos oficialmente. Y mientras tanto las entidades encargadas adelantan las investigaciones pertinentes para aclarar los acontecimientos.

Todo indica que las fuertes lluvias y el mal clima pudieron haber llevado a que un operario descargara el material contaminante de una barcaza hacia el mar para evitar su hundimiento. Lo que refleja una administración ineficaz tanto del delicado manejo de los minerales de exportación, como de los mares y por consiguiente de las playas que son de todos nosotros. Eso sin tener en cuenta la insostenibilidad social del proyecto.

De comprobarse su responsabilidad, la empresa minera podrá verse obligada a pagar hasta 2.947 millones de pesos a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales. Una multa de poco monto comparada con la magnitud de los recursos que recibe por su actividad en Colombia.

Tenemos todavía presente la reciente polémica causada por la pérdida de los territorios marítimos debido al conflicto limítrofe con Nicaragua. Pero ahora es sano preguntarse para el modelo de país que queremos: ¿Es lógico preocuparse por mantener tantos mares si el Estado no tiene la capacidad ética de sostenerlos? Da tristeza pero el actual desastre ecológico de la Drummond parece demostrar que no.

No obstante, éste desafortunado suceso no sólo sugiere una gran irresponsabilidades en el manejo de la actividad de exportación minera que se hace sobre nuestros mares. También demuestra lo poco que saben los colombianos sobre cómo estas empresas controlan las aguas, para usufructo de sus operaciones comerciales.

Pues déjenme contarles. Luego de las explotaciones y excavaciones necesarias para extraer el material no renovable y de que el territorio quede inservible no acaba lo peor. Con el carbón ya amontonado en la orilla de alguna de nuestras playas empieza una operación que no es tan conocida. Desde allí unas cintas industriales arrastran el carbón hasta unas barcazas que se van hundiendo hasta quedar al límite de su capacidad y del agua debido al peso. En el arrastre y vertimiento en las barcazas ya se ha perdido mucho carbón que inevitablemente cae al mar, pero ahí no acaba todo. Esas mismas barcazas deben navegar kilómetros, con el mineral al aire libre, hasta estar al lado de unas grúas flotantes mientras el viento con su fuerza natural hace que siga derramándose carbón al Caribe colombiano. Y aquí viene lo más grave: las esbeltas grúas que funcionan como cucharas mecánicas pellizcan las montañas de carbón que hay en las barcazas para transportarlas sobre el mar hacia los grandes barcos en los que finalmente se legalizará la exportación. Entre el viento, la marea y el movimiento sobre el mar es difícil calcular la gran cantidad de contaminación que se produce en el Caribe, que cada vez va siendo más negro.

Toda esta combinación de mecanismos irresponsables que utilizan algunas de las empresas mineras en Colombia no es nueva. Y da lástima el poco control del Estado sobre el tema. No veo posible que el actual gobierno no esté enterado de todo esto, pero por si acaso aquí les va esta columna.

Ñapa: Es necesario abrir también el debate sobre la actitud que tienen empresas, como la Drummond, con un país que les ha abierto las entrañas (literalmente) para su éxito. ¿O no les parece poco ético que además de tener disminuciones tributarias por funcionar con capital extranjero, también presente atrasos en el pago de los mismos? Ahí les dejo esa perla.