Santa Marta pura sangre

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



A principios de año capturaron en nuestra ciudad a un ciudadano con pasaporte gringo pedido por Ecuador en extradición a propósito dela más que presunta comisión de conductas punibles conectadas con el narcotráfico. ¿Qué hacía en Santa Marta tan ilustre visitante? Tal vez estaba de vacaciones decembrinas. En estos días veía por el noticiero la declaración de un señor Riascos, quien ejerce la vocería de un cuerpo de empresarios samarios denominado "Comité Intergremial", diciendo muy tranquilo que el nefasto hotel en el Parque Tayrona había que dejarlo hacer, pues -palabras más o menos- de lo contrario se desestimularía a la inversión privada en el futuro.

Así de simple. Es anunciado por todos los medios de comunicación que el 31 de enero próximo tendrá lugar en la ciudad de Bastidas la reunión del "uribismo pura sangre": el non plus ultra, el extremo de la derecha colombiana, congregada para definir sus estrategias electorales con miras a 2014, y, de paso, para despotricar de Santos, a quien, cuando lo veo así, matoneado, le tengo algo de consideración. Pues bien, ¿seré yo el único que ve unos vasos comunicantes entre estos acontecimientos aparentemente inconexos, o habrá más gente que piense que algo debe de pasar en Santa Marta para que se haya convertido en uno de los centros de determinada clase de poder?

Esta capital ha sido en la historia una de las menos rebeldes protagonistas colombianas. La más vieja ciudad, fue, recurrentemente, acaso la más conservadora de la vida republicana, desde su nostalgia de colaboracionismo con el español. De hecho, y aunque a la independencia nacional definitiva se le ha dado la fecha académica -y bogotana- de 1819, lo cierto es que hay evidencia seria de que en la Perla de América la influencia colonizadora se sintió hasta bien entrada la década del 20. Luego, en esa época, vino el terremoto de 1834, que destrozó gran parte de lo construido en esta planicie marina y a la vez rodeada de montañas, sumiéndola en el atraso por mucho tiempo. Tal vez eso haya sido determinante para que hoy permanezcamos a la zaga. Y para que sigamos besando la mano del poderoso local o nacional cuando hace algo mezquino con el resto de la sociedad, con las minorías sin defensa, con el ambiente… Creo que hay algo de esclavitud todavía en nuestras conciencias.

El hecho es que el paramilitarismo encontró tierra fértil aquí. Por una u otra razón, un problema que nació esencialmente en el interior del país, a propósito de sus guerrillas, se trasladó parcialmente, y casi para siempre, a la renombrada vertiente nororiental de la Sierra Nevada, y entonces hizo de su área de influencia a toda Santa Marta.

Responsables de esto hubo muchos, pero luego ellos mismos perdieron el control de unos subordinados bien armados y ambiciosos. ¿Quién de mi generación no recuerda la mención a los famosos "Chamizos" cuando alguien tenía un problema personal con otro, pobre diablo que no tenía quien lo protegiera?; ¿cuál de los comerciantes samarios -pequeño, mediano, grande- no pagó obligado el importe de su seguridad a los de facto agentes del orden?; ¿qué era, sino miedo, lo que se sentía en esa época -hace poco más de veinte años- disfrazado de conformismo y costumbre? No nos engañemos: mucho de eso no ha cambiado. Todavía existe el insumo más importante para la supervivencia del fenómeno, y para que renazca una y otra vez, con distintos nombres, si hace falta.

Estoy hablando del escaso desarrollo humano, que es una mezcla de pobreza material, carencias educativas, conflicto social, abandono estatal, y, por qué no, falta de espíritu para enfrentar nuestros males directamente, aunque el miedo parece ser una justificación válida para no hacerlo, lo acepto. Por ahora, aprestémonos para ser testigos del espectáculo politiquero que se avecina. Imagino, eso sí, que no faltarán los aplausos.