Educación eficaz - V

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Ahora, cuando es muy fácil el acceso a la información, la educación parece estar en su peor momento: sigue anclada en modelos arcaicos. Por ejemplo, John Taylor Gatto, el mejor profesor de la educación pública de Nueva York, afirma sin ambages: "Hoy nadie cree que los científicos se forman en las clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas en clases de literatura. La verdad es que en las escuelas no enseñan nada, salvo a obedecer órdenes". En México, muestra que la principal razón por la cual el 27% de los estudiantes entre 7 y 29 años abandonó la escuela en 2000 porque el sistema educativo no les resultó agradable. Chile y Argentina ya cuestionan el suyo y buscan actualizarlo; ojo, son países con una cultura media superior en América Latina.

La escuela en casa implementada en algunos lugares anglosajones se ha encontrado más efectiva cuando se comparan los resultados de exámenes de validación y preuniversitarios con la educación escolar tradicional. Indudablemente, un buen hogar produce "milagros". Los niños aprenden por imitación. Las "neuronas en espejo", descubrimiento de los científicos italianos Rizzolatti, Fogassi y Gallese lo explican. El niño hará lo mismo que sus padres o tutores, gracias esas células. Incluso, actúan mejor cuando la acción que genera la imitación en el infante está dentro de un contexto definido. Por ejemplo, es más fácil el aprendizaje de la aritmética cuando el niño acompaña a sus padres a la tienda o al banco; la capacidad lingüística de un crío mejora cuando los padres leen, y es superior si además comentan las lecturas. Su entendimiento de la geografía, la cultura o la historia es privilegiado cuando los mayores comparten sus experiencias. El colegio de hoy nada tiene que ver con la vida real.

¿Cuáles son los siguientes pasos? En primer lugar, se debe proyectar una formación acorde con los tiempos actuales y mirar hacia modelos novedosos y exitosos, dejando atrás el actual sistema creado para llenar plazas empresariales, hoy saturadas de egresados en serie. El alumno tiene que ser considerado como persona en formación; el profesor debe estimular y facilitar el aprendizaje. La relación entre docente y alumno debe ser, más que la de un mandante y un obediente, de respeto mutuo. Hay que cambiar la "enseñanza" pasiva, enciclopedística y unidireccional de contenido fijados por decreto por el "aprendizaje" a través de modelos participativos e interactivos: el conocimiento es rápidamente cambiante. Debe sustituirse el monopolio del conocimiento del profesor por el pensamiento crítico y las necesidades de los alumnos. Los objetivos y los ciclos académicos deben ser personalizados y no generales. Las evaluaciones deben basarse en las metas planteadas según las habilidades de cada individuo. No todos progresan al mismo ritmo.

Se dirá que estamos atrapados en una sin salida: las familias disfuncionales, a veces sin uno de los padres, con severas restricciones económicas, poco aportarán a la formación. También, que los maestros son fruto de un sistema pedagógico que ha progresado menos que los tiempos, que son mal pagos y que comparten traumas con sus alumnos. Que no hay dinero para las inversiones necesarias para cambiar toda una cultura educativa. Todo ello es cierto; sin embargo, hay que empezar a hacer la tarea. Propuesto un nuevo modelo educativo, al menos tres frentes deben ser considerados. En primer lugar, hay que invertir en tecnologías informáticas para las escuelas, colegios y universidades, dejando de lado herramientas obsoletas propias de la Era Industrial como la tiza y el pizarrón. Segundo, actualizar y universalizar los programas de formación de educadores utilizando la tecnología con actividades a distancia basadas en la nueva visión educativa. Tercero, muy importante, las familias; algunas serán refractarias al cambio, pero esos alumnos en formación serán después cabeza de familia, y mucho podrán aportar a sus descendientes.

El principal obstáculo es el de siempre: los gobiernos. Por un lado, los mandatarios, consecuencia del modelo Industrial del siglo XIX, no están interesados en sociedades educadas y pensantes; las generaciones ilustradas no le votarían, no se dejarían meter los dedos a la boca, combatirían sus prácticas corruptas, en fin. Tampoco desean competidores: si los mandamases son los dueños de las tierras, las empresas o el poder político, no requieren más que trabajadores obtusos y obedientes, incapaces de pensar por sí solos; una población educada y proactiva hará su pequeña revolución independizándose del agobiante patronazgo. La sociedad cambiaría hacia modelos más incluyentes, participativos, justos y equilibrados, en los cuales los feudalismos, seudomonarquías, satrapías y los vicios sociales que conllevan pasarían definitivamente a las páginas de la historia. Quizás no habría tantas cárceles ni tanto delito que castigar. Existiría más información y cultura que farándula; mejores ingresos para los trabajadores y un mejor estar general; de pronto, guerras y subversión serían cosa del pasado. A lo mejor no es el ideal pero sí que es mejor que lo actual. Sencillamente, hay que empezar, al menos desde casa.