Milagro Navideño

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Todos tenemos algo que no compartimos con nadie, es muy íntimo. Sin embargo algunas veces lo compartimos por distintas razones. Esto solo lo había compartido con Ella, y hace muy poco con mis amigos de las redes sociales. Lo comparto solo hasta porque siento tener las fuerzas para hacerlo, y porque habla de la Navidad.

Lo comparto también porque la absurda matanza de 28 personas en Newtown, Connecticut, en su mayoría niños, me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas, pero sobretodo, como incluso en medio de un gran dolor, el Espíritu Navideño nos acompaña.

Hicimos la cita para diciembre del 2004 para tener una gran reunión de familia. Ella y yo sabíamos que podía ser la última ocasión en que todos estuviéramos juntos, y que quizás los designios de Dios dañaran nuestros planes. Sabíamos que necesitábamos un milagro de Navidad.

Yo llegué puntual a la cita, y Ella estuvo con nosotros de una manera que me tomó muchos años comprender porque en esos momentos lloré su ausencia. Estuvo presente en el Espíritu Navideño, que no es otro que amor, generosidad y perdón, así como era Ella.

Un día antes de su partida y para animarla en su estoico y doloroso peregrinar y para ambientar la reunión, le compartí el escrito que titulé Navidad de Sueños. Escrito nostálgico y lleno de remembranzas, y habla de sueños y de niños porque los niños y su inocencia son la permanente Navidad.

Curiosamente, solo ahora entiendo que la cita que Ella me hizo, no era ese diciembre ni aquí, como yo ilusamente creí, sino que me, NOS,estaba invitando al Paraíso. Ojalá pueda llegar sin falta a la cita¡Feliz Navidad!

Navidad de Sueños

Extraño es el sentimiento de desconcierto que nos envuelve cuando al recorrer la vereda mil veces recorrida, la sentimos nueva. De pronto nos atemoriza el sentimiento de no saber adonde estamos yendo y nos sentimos perdidos e inmensamente solos.

La presencia de lo desconocido nos asusta, y de repente somos nuevamente niños, deseosos y ansiosos de escondernos en los brazos calurosos de nuestra madre. Queremos ser protegidos de ese mundo inmenso, impredecible y al acecho, que amenaza con venírsenos encima y como un torbellino arrollarnos a su paso.

Entonces, quisiéramos ser nuevamente niños para soñar mundos enteros llenos de fantasías, llenos de héroes y heroínas, de príncipes y dragones, de finales felices e intemporales, de alegrías infinitas y dioses serviles.

Quisiéramos ser nuevamente niños para tener la inocencia y dulzura de creer que el mundo es un gran parque de diversiones, en donde las aventuras nos esperan para hacernos sus cómplices, cuando no sus protagonistas invencibles.

Quisiéramos volver a ser niños para desvelarnos y caer irremediablemente dormidos al tratar de sorprender al Niño Dios cada día veinticuatro del mes doce, colocándonos los regalos algunas veces bajo la cama y otras bajo el árbol de navidad, sin ninguna explicación aparente.

Quisiéramos volver a ser niños para enamorarnos hasta la locura de aquella niña idolatrada, que nos robó el sueño por vez primera y que se convirtió en nuestra única razón de vivir, pero la cual sin embargo un día cambiamos por un partido de fútbol jugado con los amigos del barrio.

Quisiéramos ser nuevamente niños para salir en bicicleta con los amigos a conquistar nuevos mundos y atravesar riachuelos que en ese entonces parecían ríos invencibles y aterradores.

Quisiéramos ser nuevamente niños para escondernos y ver como nuestros padres enamorados bailaban muy pegados aquella canción de moda llena de estática en una radio que parecía ser un ser inmenso de otro planeta.

Quisiéramos volver a ser niños para vivir el presente, siempre el presente y creer que el futuro consiste en ser un niño más grande, jugando al papá y a la mamá en un mundo perfecto y feliz.

Quisiéramos ser niños para derrotar a la muerte y retroceder el tiempo y poder volver a jugar en la casa de nuestros abuelos, en aquel patio lleno de árboles frutales en donde hoy no hay nada más que un parqueadero de carros.

Quisiéramos ser nuevamente niños para hacer de las guerras un juego inocente en donde sus protagonistas nunca mueren y solo lloran cuando los mata una bala imaginaria disparada con un revolver imaginario, que supuestamente nunca dio en el blanco.

Ansias de inocencia, nostalgias de un pasado ido e irrecuperable, todo lo hermoso que vivimos, todo lo hermoso que la vida puede ofrecer, vuelve cada Navidad, e incluso a veces tenemos el coraje de descuidarnos y volvemos a ser niños y a pesar de que sabemos que el fluir del tiempo es irreversible y que nuestros sueños de infancia no podrán ser soñados nuevamente por nosotros, sabemos que somos parte del sueño de otros, de las nostalgias del futuro de nuestros hijos y tocados por la magia del espíritu navideño, nos convertimos en hacedores de sueños y los ayudamos a soñar, y en el fondo, muy en el fondo, aspiramos a que los sueños de nuestros hijos si sean eternos.