Educando a papá

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La revista Dinero publicó en su edición 411 la lista de los mejores cien colegios del país según los resultados del Icfes. Quedé sorprendido al notar que solo dos colegios del Magdalena, de Santa Marta para ser más específicos, estaban en esa lista.

De los primeros mil colegios hay menos de diez del Magdalena, y nuevamente, la mayoría en Santa Marta. Estos resultados no dejan lugar a duda de que la situación de la educación en el Magdalena es grave.

Comparativamente, al Atlántico no le va nada mal, seguido por Bolívar. Incluso les va mejor a La Guajira y a Córdoba que al Magdalena En La Guajira ya pusieron el grito en el cielo en un editorial de EL INFORMADOR de días pasados. ¿Y el Magdalena? Silencio.

No obstante lo anterior, algunos autoproclamados líderes de opinión le gastan gran cantidad de tiempo a temas que en el gran esquema de desarrollo y competitividad regional, terminan siendo marginales.

La única explicación que encuentro para esta actitud displicente por parte de la comunidad es que realmente no se entiende la importancia que la educación y la formación del talento humano tienen para la comunidad como un todo.

Cierto es que hay algunos temas que apremian y que son importantes y merecen la atención de la comunidad, pero ¿cómo es posible que un tema tan fundamental e importante como es la educación no reciba la atención debida?

No hay tema más importante que la educación ni uno más complejo, porque nos compete a todos, y porque para darle el giro de 180 grados, se necesita la participación activa de toda la sociedad.

A nivel de gobierno, no sé de citación a debates en la Asamblea o en los Concejos municipales; tampoco se escucha nada de parte de nuestros mandatarios locales. ¿Será que a nuestros gobernantes los temas estratégicos les quedan grandes y por esto prefieren los de ladrillo y cemento?

Creo, que la única "megaobra" que realmente podría cambiarle la cara al Magdalena es la de tener una excelente educación.

De la crisis de la educación en el Magdalena surgen preguntas preocupantes. ¿Es que a nadie en el departamento le preocupa que los mejores colegios del Magdalena estén casi todos en Santa Marta? ¿Es que a nadie le preocupa que la educación pública en el país, y en el Magdalena sean de calidad deplorable?

Debería importarnos y mucho. El futuro de nuestros jóvenes nos concierne a todos, pero les concierne especialmente a los padres de familia y por esto sorprende el silencio. Me resisto a creer que culturalmente no le damos la importancia debida a la educación, y que por esto estamos pasando de agache.

Una sociedad que no es capaz de crecer continua y sostenidamente el pastel de las oportunidades está condenada a la pobreza y a la violencia, y solo el capital humano capacitado es capaz de crecer el pastel.

La crisis de la educación en el Magdalena tiene serias y profundas repercusiones estructurales, mayormente en nuestro tejido social y productivo. Por esto no podemos darnos el lujo de ignorarla.

¿Será que como sociedad no entendemos que el talento humano educado se traduce en mejor empleo, más y mejores emprendimientos, una mejor convivencia con bajos índices de criminalidad, y muchos otros beneficios?

Adicionalmente, una sociedad más productiva le genera recursos a los gobiernos locales, que a su vez se traducen en obras y beneficios para toda la comunidad. Este ha sido el secreto de Bogotá, de Medellín, de Cali, y ahora de Barranquilla.

Los resultados del Icfes constatan que Bogotá, Medellín y Cali, desarrollan y se quedan con el mejor talento humano, lo que hace las economías más competitivas y productivas de Colombia. La región Caribe, en comparación, está rezagada y no está desarrollando el capital humano necesario para ser competitiva, y por último, dentro de la región Caribe, el Magdalena es uno de los coleros. Imposible estar peor.

En un mundo donde la economía del conocimiento es la que genera los mayores beneficios a la comunidad, el Magdalena sigue en la era preindustrial.

Por esto no debe sorprendernos que en el Magdalena, cuando las empresas necesitan talento humano calificado, lo traen de otros lados. ¿Y el magdalenense? Cavando huecos con pala.



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