Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
En estos días de discusiones interminables sobre el derecho internacional (con llamados a guerra y toda la cosa), me he leído un libro curioso, escrito por un prestigioso abogado gringo que trabajó en la Casa Blanca -para Bush- por unos meses, y que renunció por no compartir lo que veía: Jack Goldsmith. Es la mirada interna de lo que puede llegar a ser un Estado cuando está en manos de gente que no respeta a los demás países. Pues bien.
En este sentido, si lo que Goldsmith delinea es la necesidad de que el líder de la nación -en muchos sentidos- más poderosa del mundo logre garantizar (dentro de su lucha contra el terrorismo: el enemigo inasible, no interestatal, invisible, pero multinacional) el equilibrio entre seguridad nacional y libertades individuales, se sigue forzosamente de ello que tal situación también pueda predicarse dentro del orden internacional, en el que Estados Unidos es el principal actor, y como tal, responsable en gran medida de los hechos de guerra o de paz que se presentan, más allá de las normativas aplicables, las que, por lo demás, son en varias formas consideradas obsoletas respecto del "nuevo escenario".
En este punto me gustaría preguntarme, entonces, dentro del contexto de lo descrito y analizado en el libro reseñado, si es posible pensar que los diferentes Estados que se asumen responsables ante el mundo sobre el problema tratado se encuentran legitimados para dar la pelea al terrorismo global a través de medios no siempre respetuosos del derecho internacional, o si esto definitivamente no puede ser así.
Tal cuestionamiento, por supuesto, hecho bajo el entendido comúnmente aceptado de que no existe el deber de cumplir con normas que no son acatadas por el enemigo terrorista, el que así, en principio, cuenta con todas las ventajas para imponerse en su "propósito desestabilizador y diabólico".
La respuesta fundamental que encuentro en Goldsmith para lo anterior está soportada en un razonamiento recurrente en nuestros días (aunque admito que tal vez no tanto en 2007, año de publicación del libro): el arrogamiento de mayores poderes presidenciales dentro de los Estados Unidos es el medio que ha sido justificado a través del incremento consciente de la paranoia social dentro de aquel país para evitar la perpetración de una cadena de actos de zozobra que ciertamente prometían acabar con la estabilidad del mismo, y conducirlo a la anarquía, a partir del 11 de septiembre de 2001. La seguridad nacional estadounidense se convirtió, así, en la gran justificación para quebrantar "legítimamente" las libertades individuales de los ciudadanos.
La "seguridad internacional" ejercida por los Estados Unidos de América no es una salida válida al problema del terrorismo global.
En realidad, considero que el panorama interno planteado por el testigo de excepción Goldsmith no explica sino apenas parcialmente el asunto de fondo, que es el intervencionismo norteamericano llevado a su máximo grado de expresión a través de invasiones militares directas en países que, según el particularísimo juicio de los Estados Unidos, son considerados como terroristas, o como Estados soportadores del terrorismo, lo que a efectos prácticos es lo mismo. ¿Suena familiar?