El tamaño si importa

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Difícilmente hay un tema tan manoseado como aquel de que el tamaño si importa. Al menos eso es lo que afirma un estudio publicado en una revista científica en los Estados Unidos. Dice el estudio que el tamaño es importante para cierto tipo de mujeres en su relación de pareja.

Los hombres tenemos ya suficientes problemas y estrés causado por las preocupaciones diarias de la vida moderna, como para añadirle otro.

Nosotros, los hombres, el supuesto sexo fuerte que en realidad es muy débil míresele como se le mire, hemos recibido otro golpe mortal en nuestra agonizante y cavernaria autoestima.

Por ejemplo, antes era el hombre el que llevaba el pan a la casa y ese era rol nos empoderaba; ahora las mujeres también trabajan, y en muchos casos son las que sostienen la casa. Antes los hombres creíamos que en la casa se hacía lo que decíamos, ahora ya no nos atrevemos a decir eso ni entre amigos.

Anteriormente, estábamos convencidos de que a las mujeres les gustaban los hombres machos de pelo en pecho y con olor a hombre. Sin embargo, las mujeres nos sacaron del error y nos convencieron de que teníamos que mostrar nuestro lado femenino, y nació el metrosexual. La cosa se ha puesto tan complicada, que a los ya tradicionales motivos de pelea marital, se le ha sumado el de los depiladores, máscaras faciales y demás; en algunos casos extremos llegándose al divorcio.

Recuerdan cuando los abuelos más de una vez y para salirse con las suyas, amenazaban con irse de la casa, lo cual era suficiente para propinarles un letal jaque mate a las abuelas. Con las mujeres modernas todo-terreno esa amenaza no puede hacerse ni en chiste porque nos cogen la caña en un abrir y cerrar de ojos engrosamos la lista de desplazados de este país.

Idos están los días en que era la mujer la que esperaba en vela la llegada del esposo parrandero. Ahora es el esposo quien espera hasta que llegue la señora de la casa, y rogando que no llegue pasada de tragos ni armando escándalo.

Y para aquellos que les gusta intimidar a las mujeres con golpes y demostraciones de fuerza bruta, les tengo pésimas noticias. Hoy, las mujeres van al gimnasio, levantan pesas, hacen aeróbicos y toman clases de defensa personal. Hasta unos míseros decibeles de más en la voz pueden ocasionar una tragedia con consecuencias nefastas para el bienestar físico del susodicho.

¿Recuerdan los días en que los hombres teníamos la ilusión de ser los seductores y los que tomábamos la iniciativa en el amor? Eran los tiempos del romanticismo, de los versos cursis y serenatas y besos robados. Hoy, las mujeres son las agresivas y las que toman la iniciativa, a punto tal, que la mujer propone y el hombre dispone.

Primero fue la manzana, y ahora lo del tamaño. Realmente nos cae como un balde de agua helada y comienzan las preguntas inquietantes: ¿Tendré el tamaño adecuado? ¿Estará mi esposa feliz y satisfecha? Tanto así, que más de uno anda cinta métrica en mano, y espiando lo que no debe. ¡Hasta donde hemos llegado!

Si las cosas siguen así, pronto llegará el día en que a los hombres nos toque resignarnos al papel de zánganos. Por mi parte, la verdad que me conviene y tranquiliza, es aquella que reza que el tamaño es muy importante no solo para unas sino para todas las mujeres; y que conste que me estoy refiriendo al tamaño del corazón.

Creo que las mujeres, sin excepciones, quieren casarse con el desconocido e irreconocible esposo del obituario, y no con un ejemplar équido tipo donkey. Cierto es que muchas mujeres han sido afortunadas, y por eso en el último adiós, los piropos póstumos no les generan confusión sobre la identidad del difunto.

Sin embargo, otras menos afortunadas, se toman el trabajo de ir al funeral solo para asegurarse que la causa de todas sus desgracias finalmente las va dejar descansar en paz, y que la tumba queda bien selladita.

Concluyo, que lo importante en un marido, es un corazón grande al que no le quepa el amor, y que me desmientan las mujeres si me equivoco. ¡Nos toca ganarnos el obituario!



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