Y ahora, ¿por dónde pasará la coca?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Escribo esto al calor del mediodía del lunes, un par de horas después del fallo internacional que tiene llorando a Colombia, la sempiterna víctima de la vida, pues ha perdido, al cabo de un proceso de 11 años de duración (de los cuales 8 le tocaron al fantástico estadista Uribe), una gran cantidad de agua salada que de todas formas no nos habíamos de beber, toda llena de pescados -que no peces-, y de petróleo -se lamentan los que tenían el negocio listo-, frente a la que a muchos aquí les parece una Nación insignificante: Nicaragua.

Y ahí está la raíz del dolor de patria de los que padecen moridera en este momento: "nos" ganó Nicaragua: ¡Nicaragua! Pues es que, aducen, otra cosa habría sido caer ante uno más grande que uno, como lo son los piratas ingleses, los gringos, o incluso algún Brasil. Los que así piensan olvidan, o tal vez desconocen por completo, que asumir una actitud de superioridad como esa, ante un país mucho más pequeño y pobre que Colombia, pone a ésta, moralmente, en la misma situación -pero al revés- frente a los que sí son grandes, ricos y poderosos de verdad en este desigual mundo. Y, entonces, de ahí a seguir siendo víctimas gustosas del imperialismo no hay sino un paso: por eso aquí se idolatra al fuerte que maltrata, porque se sueña, algún día, con hacer lo mismo con otro más dormido que se deje.

Hablando de imperialismos, creo que muy pocos en Colombia saben cómo era llamado, con resentimiento y sorna, desde hace décadas, nuestro país, en muchas partes de Centroamérica: "El imperio del Caribe".

Eso se lo escuché en una conferencia a uno de esos uniformaditos de la Armada, de los mismos que en situaciones de crisis han abandonado sus posiciones en alta mar ante la amenaza de conflicto militar, ya que todo parece indicar que no saben disparar sus armas cuando ello se necesita. O simplemente les da miedo hacerlo. Sea como fuere, el imperialismo de los colombianos que se lucraban, ellos solos, del Mar Caribe, se acabó, y no es eso algo que me pese.

Por supuesto habrá que ver las claridades que en los próximos días deberán hacerse para saber con exactitud en qué zonas podrán incursionar los sacrificados pescadores artesanales del archipiélago, y si esas zonas son suficientes para su labor de subsistencia. El Gobierno tiene que ofrecerles soluciones de inmediato, u otros lo harán.

El nuevo escenario económico de los nativos es ciertamente preocupante, pero esto nos debe llevar a una de dos cosas: o el Estado colombiano por fin hace presencia efectiva en la isla, salvando con hechos de desarrollo social el obstáculo que se presenta hoy; o, por el contrario, con la decisión de La Haya se ha dado inicio a un peligroso proceso de conquista nicaragüense respecto del departamento colombiano de San Andrés, cuya columna más importante sería la presión que se ejerciere en los sanandresanos para hacerse centroamericanos, representada en el dulce señuelo que es el mar con sus riquezas. Mar que era todo de billetes para ciertos compatriotas nada más hasta el domingo. Oh, tristeza.

Pero, ¿y por dónde pasará ahora la droga que con tanto esfuerzo los empresarios colombianos del ramo producen para exportar al norte? Hago esta pregunta asumiendo que todo mundo sabe que el Caribe (¿Santa Marta es el Caribe?) es una de las rutas más seguras de la coca hacia México y los Estados Unidos, y que San Andrés está cundido de hampa continental colombiana, de mafia, prepago y bala, y que el extenso territorio marítimo que dizque nos esquilmaron era y es una suerte de autopista para el narcotráfico, y que la desvalida Armada, y el resto de la fuerza pública, han sido incapaces de controlar tan amplia zona, precisamente porque es muy grande, hombre.

Qué bueno que los agentes del orden ya no tendrán tanto trabajo, ¿no? Por lo demás, no hay que perder la calma, que la coca seguirá pasando por donde siempre ha pasado, todo seguirá igual: la única diferencia estará en el sujeto "a quien debe hacerse el pago", o sea, en el uniforme del beneficiario.