El separatismo en el viejo continente

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Algunos países europeos han padecido y ahora más que nunca están sufriendo el hecho de que existen dentro de su propio territorio pueblos que son auténtica y popularmente segregacionistas. No quieren saber nada de sus otras provincias y lo único que desean es ser independientes de la nación de la cual forman parte.

Han llegado a tales extremos de intolerancia y rechazo los que están con ese ánimo de desintegración, que por ejemplo en España los catalanes que no se sienten españoles, hablan entre ellos el dialecto catalán. Es más no les gusta que un extranjero se dirija a ellos en español. Prefieren que se comuniquen con ellos en francés.

Además la gran mayoría están familiarizados con ese idioma por razón de la proximidad fronteriza con los galos y parecen en efecto por su manera de pensar y por su espíritu de trabajo más franceses que españoles.

Son catalanes y así se hacen ver. No los une con España sino el vínculo geopolítico en el cual no tuvieron injerencia y han luchado por desprenderse del mismo en todas la formas, a efecto de lograr su autonomía.

Son entre los españoles los que se caracterizan por ser industriosos y productivos al máximo en contraste con las otras provincias de España y por ello sus ingresos per cápita son superiores al resto de sus compatriotas.

En la época de Franco sus manifestaciones cesionistas no solo no tuvieron eco sino que su Gobierno les aplicó medidas centralistas en su contra, las cuales originaron un sentimiento de silencio activo, pero en su corazón seguía sin vacilación prendida la llama separatista que en la actualidad aspiran a encender con miras a materializar su fervoroso anhelo.

En Cataluña ya votaron el sí, con un porcentaje mayoritario, equivalente al 85%, es decir, hoy en día se encuentran ad portas de cristalizar su viejo sueño y su tan ambicionada esperanza.

Algo semejante ocurre con los vascos, quienes también después de ver lo sucedido en Cataluña, estarán organizándose y buscando la manera de alcanzar ese su propósito nacionalista que en su torno los inspira y reúne con especial virulencia.

En igual forma en Bélgica los walones y los flamencos no tienen en común sino el territorio, por cuanto son realmente dos pueblos en un mismo estado. Incluso cada uno habla su propio idioma, los walones el francés y los flamencos el propio flamenco.

Sin duda no encajan, no se concilian, no hay manera de que entren en una situación de convivencia a pesar de vivir juntos. Aquí sí qué se nota el conflicto, que ha sido y sigue siendo de choque permanente.

Es un problema irresoluto. Es indudablemente el dolor de cabeza del Rey Belga y su gobierno. Al igual que en España cada día se aprecia en forma más ostensible de que no se puede desatar el nudo que los une sino con la separación. Más temprano que tarde eso va a suceder.

Los flamencos también como en Cataluña, tienen una economía más sólida y equilibrada y por ende no quieren seguir participando a los walones de su benévola circunstancia financiera.

En el Reino Unido han vivido este separatismo que se cristalizó en Irlanda y que se vislumbra evidentemente en el pueblo escocés, porque va para allá. Es ciertamente inevitable que se produzca este afán de escisión en el término de la distancia.

Cameron el primer ministro de Gran Bretaña dio luz verde a este proceso de emancipación, pero a regañadientes, se vio forzado a hacerlo. No obstante puso de presente que perderían todos los gajes y beneficios que les proporciona la comunidad europea.

Hay algo curioso y singular que tiene que ver con las tres monarquías, cual es el deseo de algunos de sus pueblos de ser ajenos a los Reyes y formar sus gobiernos totalmente aparte y sin ninguna dependencia monárquica.

El gobierno de Rajoy afronta independientemente de la crisis económica, que es superlativamente grave, una problemática bien complicada con Cataluña, cuyo final al proclamarse la separación de esta provincia, contribuirá a la caída del gobierno del partido de Aznar y es seguro de que será un golpe de grueso calibre al alma española y a la supervivencia del Estado español. ¿Será que el gobierno central podrá contener esta fuerza segregacionista?

La coyuntura compleja de aquellas nuevas Repúblicas es el manejo con la Unión Europea, como quiera que les toca abrirse la puerta para su ingreso y no es fácil que se les reconozca su soberanía. Son vallas que deberán superar una vez que sean independientes.

La pregunta que nos debemos hacer en estos tres escenarios: el de España, el de Bélgica y el del Reino Unido es ¿cuál de los pueblos al final termina más favorecido? El independentista o el Estado que pierde su provincia o país como suelen llamarlo los ingleses.