Escrito por:
Alfonso Lopez Carrascal
Columna: Pedagogía Constitucional
e-mail: lopezcarrascal@yahoo.com
Reza el Art. 22 de la Constitución política que nos rige, de que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. No se trata de contextualizar la paz, como la paz con X de los romanos (pax), que solamente se lograba en el sepulcro. Hoy dentro del preámbulo de la Constitución, se ordena fortalecer, el concepto de libertad y paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo, que garantice un orden político, económico y social justo. Eso explica que sea fin esencial del Estado, garantizar la efectividad de los principios y derechos, consagrados constitucionalmente, y entre otros fines asegurar la convivencia pacífica, y la vigencia de un orden. La paz debe comenzar pasando por el Estado y la Sociedad, en la familia, donde si hay odios heredados, envidias por el bienestar de los otros es lógico que ese propósito tenga dificultades, cuando lo elevemos a los niveles de la sociedad y el Estado.
La paz debe ser buscada y encontrada, porque indudablemente hay que fortalecer el sentido de fraternidad entre los colombianos y se debe procurar por parte del Estado eliminar las estructuras injustas o inicuas, dentro de cuyo marco debe campear la prosperidad y la convivencia. Tampoco es algo imposible y dentro de un mundo lleno de acciones violentas, todavía resulta pertinente buscarla y esperarla en el interior del mismo hombre, y borrar por siempre dentro de la cultura el concepto de intolerancia que es lo que más nos hace daño. Nadie dialoga y la amenaza de muerte es un arma de aquellas personas que no tienen sentido de respeto por las ideas ajenas. La paz no se declara ni se impone y debe ser construida paso a paso, con sentido de abnegación, respeto mutuo y constancia y no mirar la paz como lo contrario de la guerra, en que no basta deponer las armas. La paz auténtica es la que se funda en la justicia, la que surge cuando cada quien, sabe ser participe de un orden recto equitativo y respetuoso de la diferencia, como derecho fundamental, exige el respeto por los derechos humanos. Bien decía el autor citado Córdova Triviño, que la paz no puede florecer mientras haya continuados abusos y crímenes sin castigo y ella no podrá alcanzarse mientras los autores de homicidios políticos, secuestros, extorsiones y torturas se beneficien con la impunidad y tampoco condecorando a sus abusadores. Como bien lo afirmaba la Corte Constitucional en algunos de sus fallos, la paz no se busca para instaurar el conformismo y la pasividad sino para excluir de la vida social el recurso indebido de la fuerza o violencia como método. Porque vivir de modo pacífico es vivir mas allá del fanatismo y la intolerancia, cuando la bandera debe ser el respeto por la dignidad del ser humano.