"Traigo en una mano la rama de
olivo y en la otra un fusil, no
permitan que deje caer la rama de olivo"
(Yasser Arafat)
Si embargo y cuando terminó de estructurare la mecánica del diálogo, los equipos conciliadores se dieron cita en la ciudad de Oslo, Noruega y allí quedaron al descubierto los planteamientos de parte y parte y se pudo observar aparentes situaciones discordantes y ambiguas sobre lo que, al parecer, se habían salido del libreto, fundamentalmente cuando el vocero de los insurrectos la emprendió contra el establecimiento y se vino lanza en ristre contra aquellos que él considera representan el ala más devastador de lo social y en el ambiente quedó la percepción de que la situación había tomado un rumbo diferente y eso ponía en peligro la intención del gobierno por aplacar y apaciguar los ánimos belicosos.
Siempre, desde que se conoció y reveló el cúmulo de reuniones que sostenían en la patria de Martí, el gobierno y en especial el presidente Juan Manuel Santos le restó importancia a tanta balbuceadera absurda de parte de esos francotiradores que, pretendiendo cuestionar la intención del gobernante, sacaron todo su poderoso arsenal que aún le queda en los medios de comunicación y llovieron rayos y centellas porque se estaba hablando con lo que ellos denominan grupo terrorista y al cual, en su momento, y sin que les doliera un pelo, le pusieron libre a su canciller, de quien supuestamente pidió su libertad el ex presidente de Francia, Nicolás Sarkozy.
Es muy cierto que el haber decidido conversar en territorio extranjero le da al proceso un aire de novedad y con el mismo se evita que aquí se le ponga palos en la rueda por parte de aquellos que aún no han entendido que ya no detentan el poder y quienes se resisten a aceptar que se les pasó su cuarto de hora y, lo peor del caso, quedándole grande la realidad y sin poder lograr la paz que tanto necesita la patria: además de ello, es menester evitar caer en esa trillada costumbre de tener que soportar a tanto desocupado político que desde sus trincheras lanzan torpedos a un proceso que, sin iniciar, empieza por generar roncha en quienes creen que la guerra solamente se gana arrinconando al contrincante y aniquilándolo a punta de plomo y pólvora, lo que no deja de ser una ilusión sobre la cual pretenden encontrar dividendos políticos.
Todo apunta a que la tierra que acogió a Ernest Hemingway será la antorcha que despejará el espinoso camino sobre el cual ha transitado Colombia durante los últimos cincuenta años y en donde de manera fratricida se han matado sus hijos y desde la placidez del Caribe concebirá en su entrañas la semilla que permitirá que la patria donde murió Bolívar se yerga como la génesis pacificadora en donde se incube una nueva sociedad en donde quepamos todos, sin distingo de clases y sin odios ni resentimientos engendrados en las cabezas belicosas de quienes en el pasado próximo regentaron sus destinos y creyeron que solamente con el fuste se puede gobernar.
Demostrado y hasta la saciedad está el hecho de que la inmensa mayoría del pueblo colombiano respalda al presidente Juan Manuel Santos y está dispuesto y decidido a darle su irrestricto y absoluto apoyo para que lleve a feliz término esta icónica ilusión de sembrar la semilla de la paz y que esta germine rauda y fúlgida y podamos recoger los frutos en un futuro inmediato, por cuanto ha demostrado que como gobernante tiene la ineludible e histórica responsabilidad de apostarle a la paz, sin importar que deba hablar con el mismísimo demonio, habida cuenta que el pueblo la pide a gritos y su deber es escuchar la voz de sus conciudadanos. Quiera Dios que la tan anhelada paz se encuentre escondida en alguna casa vieja del malecón habanero.