Más sobre el poder

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



He escrito otras veces sobre el poder. Lo seguiré haciendo. Es un tema que me apasiona como tal por misterioso, por enigmático, por poderoso. En mi vida lo he tenido muy cerca, lo he rozado, lo he tocado, lo he sentido, lo he padecido y lo he placido de otros.

A varios amigos les ha dado poder y los he perdido, a veces para siempre o a veces mientras les dura.

¿Qué es esa cosa?, ¿esa cosa que llaman poder? Sí, cosa, porque es tan vaga su entidad, tan amplio su posible significado, que no encuentro otra palabra para nombrarlo: cosa, como llamamos a todo aquello cuyo nombre no recordamos, no sabemos, o no podemos o no queremos asignarle uno.

Aventurémonos a definir algún rasgo suyo: el poder es una capacidad de ejercer acciones o de no ejercerlas, es posibilidad real. Pero no deja de ser una cosa porque es una capacidad muy amplia que puede además actuar en muchos ámbitos y en miles de formas.

Por tanto, el poder no tiene tamaño ni peso ni medida. Simplemente, es. En sí mismo es igual el poder de una persona sobre una hormiga o el poder de un ejército imperial sobre un continente; el poder del alcalde de un pequeño pueblo o el poder del emperador o del presidente más omnipotente; el poder de un policía en una esquina o el poder de quien puede con un botón desatar una explosión nuclear. En cuanto a su extensión e intensidad sus consecuencias son diferentes, sí, pero internamente en quien lo ejerce es igual: es el mismo sentimiento y, muchas veces, la misma embriaguez, la misma enajenación.

El poder solo sucumbe ante un poder mayor, y siempre habrá un poder mayor que el vigente. A veces el remplazo llega pronto, a veces se demora, pero siempre llega. Ahora, sucede -pocas veces, pero sucede- que en la mente de algunos más y menos poderosos ese poder mayor puede ser el autoconvencimiento de su inutilidad, y entonces lo dejan, se lo sacuden. Es que la mente, o mejor la conciencia, es otro poder.

Por el poder y con el poder se ha hecho de todo en la historia de la humanidad: conseguir el oro y la pobreza; conseguir el placer sexual, quizás el amor, incluso el odio. Con el poder se consiguen tierras y despojos, se calman la sed y el hambre pero también se ocasionan. La ambición es causa del poder pero también se hipertrofia con el poder; es que la ambición nunca se calma, mientras más se sacia más crece su estómago. El poder es hermano de la ambición.

Quien alcanza el poder intenta incluso modificar su pasado, corregirlo, remendarlo, lustrarlo, borrarlo. Con el poder se ejercen los odios, es decir, se movilizan las venganzas; se pagan las deudas y se cobran otras; se llenan las carencias físicas y espirituales que se arrastran; se vacían los hastíos, se frenan los afanes y se rompen los diques internos.

La persecución del poder no es exclusiva del ser humano, también lo buscan los animales, pero estos quieren solo la dosis sensata para sobrevivir. En cambio el ser humano lo quiere apasionadamente para hinchar su bolsa de bienes y también su espíritu con vanidad, con fanfarronería: gula de poder. A veces en ese propósito de conseguirlo se derraman mercedes para los demás, y eso es mejor a que no quede nada. Pero a veces, pocas, el propósito es servir. Conozco casos...

El poder no se tiene, el poder lo tienen a uno. Se requieren mucha humildad, mucha inteligencia y mucha sabiduría para que sea lo contrario: para que sea uno quien tenga al poder sujeto. Pero son muy pocas las personas en el mundo, en toda la historia de la humanidad, que han reunido humildad, inteligencia y sabiduría para ser capaces de sujetar al poder, de manejarlo, y de ponerlo al servicio del bien de los demás, que para eso debe ser. Cuando el poder no va reunido de esas cualidades es simplemente fuerza bruta, capacidad de hacer que otros ejecuten acciones bajo la amenaza o la dádiva, veladas o abiertas.