Derecho a vivir y derecho a morir

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



El derecho a la vida que posee y que se le ha confiado al hombre, cualquiera que sea su condición, exige que éste tome conciencia de su incalculable valor y lo asimile con la debida responsabilidad. El panorama al respecto no lo veo claro y cada día tiende a oscurecerse.

Este principio fundamental, debe ser siempre tutelado con sumo cuidado por todas las naciones del mundo y sus gobernantes al igual que el respeto que debe dársele a quien posea este valioso derecho.

Es así como nuestra Legislación Civil, consagra derechos al que está por nacer y se le conceden otros si nace vivo; en tanto que la Legislación Penal castiga con prisión al que atente contra ese ser no nacido, ya sea para la mujer que abortare, al que induzca a ésta a realizar esa práctica, como a la persona que realice tan repudiable hecho.

Expresó la Corte Constitucional recientemente la despenalización del aborto en tres situaciones: Cuando la mujer es violada, la mala formación del feto y cuando peligra la vida de la gestante. La Legislación Penal colombiana castiga a quien le quite la vida a otro con prisión y a aquel que quiera quitarse la vida y no cumpla tal propósito se le castiga también en el grado de tentativa de homicidio.

Por tanto el fruto de la generación humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, óvulo fertilizado, exige el respeto incondicionado que es moralmente debido en su totalidad corporal.

Si la vida es interpretada como el valor supremo, tomemos conciencia que es un tesoro insustituible donde se sustentan muchos e incalculables derechos. Se cuestiona si existe o no derecho al suicidio, surge tangencialmente otra pregunta, ¿se deberá aceptar la pena de muerte?, mi criterio es que debe ser siempre rechazada, ni el Estado cualquiera sea su sistema político, ni ningún juez tiene derecho a privar a un ser humano de su existencia.

¿Tiene derecho el paciente incurable a que lo dejen morir en paz y dignamente?, ¿El médico debe aplicarle los medios artificiales para conservarle la vida?, ¿Puede retirárselos?, ¿Cuál es el instante de la muerte?. Todo esto y mucho más abren grandes interrogantes que llevan a la pregunta sobre la vida, sobre la muerte, sobre la esencia del ser humano.

¿Es permitido retirar los aparatos que prolongan artificialmente la vida?. Sí, respondió el 31 de Marzo de 1976 la Corte de Nueva Jersey al caso de Karen Ann Quinlan, pero Karen siguió respirando por sus propios medios, hecho que reiteró el interrogante: ¿Cuál es el límite entre la vida y la muerte?, ¿Puede el médico frente al paciente incurable, dejarlo morir en paz?. Es sin duda primero el derecho del propio enfermo y luego el de su propio medico.

Hay que distinguir entre la eutanasia pasiva y la eutanasia activa, la primera se limita a dejar morir al enfermo incurable sin acondicionarle aparatos inhumanos que no habrán de curarle, o sea no prolongar una dolorosa agonía; la segunda aceptada en algunos países como Holanda, aconsejan acelerar la muerte del paciente y más si son enfermos del Sida. La Ley Penal colombiana no permite el homicidio por piedad, por el contrario lo castiga.

Siempre se ha entendido que la eutanasia es aplicar una inyección letal al paciente humano, como se hace en animales, para ocasionarle la muerte, después de haber sufrido algún accidente. Eutanasia proviene del griego Eu (bueno), y Thanatos (muerte), en últimas significa buen morir.

Nadie vive su propia muerte, su agonía, mientras existimos la muerte no existe y cuando ella existe o se da, nosotros ya no existimos, solo vivimos la lucha contra la muerte, pero desde la orilla de la vida, cuando es atacada por enfermedades terminales.

El caso patético de Karen, "la bella durmiente", que permaneció en estado de coma por más de 10 años al ingerir drogas y licor y sufrir una lesión en el cerebro de manera irreversible, no se pudo restablecer jamás.

La muerte de Karen Ann Quinlan y de muchas más, han suscitado intensas y prolongadas polémicas sobre la eutanasia, derecho al buen morir y los muy complejos problemas que ello origina.

Un vasto núcleo de facultativos propugnan por una mejor calidad para el último tramo de la vida. Estos ejemplos también nos impulsan a buscar una mejor suerte para el nacimiento de un ser humano; en otras palabras, procurar siempre consolidar el precioso derecho a la vida, respetando la vida de nuestros semejantes.