Mesura y cordura con la selección

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Cuando al cierre del encuentro en el Estadio Metropolitano la pelota de curiosa figura helicoidal franqueaba la línea de meta impulsada por Zúñiga tras una jugada de fantasía, se corroboraba la cuidadosa planificación del partido eliminatorio frente a Uruguay, el mejor equipo de América de la actualidad (cuarto en el pasado mundial y campeón continental vigente, además de contar en sus filas con el más valioso jugador en el torneo orbital, Diego Forlán).

El técnico Pekerman, usualmente de rostro adusto y ajeno al show mediático, desfogaba merecidamente su contenida emoción frente a la avalancha de críticas provenientes tanto de los medios periodísticos como de los corrillos deportivos de hinchas emocionales: todos le reclamábamos un mejor juego y la devolución de una ilusión perdida luego de la derrota frente al Ecuador en la pasada gira andina, cuando se trajo un botín de 3 puntos de 6 posibles, arrebatados al seleccionado inca.

Con la necesaria prudencia, naturalmente, muy pocos defendimos y pedimos tiempo para el entrenador gaucho tras esa melancólica presentación, tal como habíamos hecho con Falcao, vapuleado por muchos tras el fallido penalti frente al Perú que nos sacó del paseo en la pasada Copa América, trofeo que terminó en las vitrinas de la Federación Uruguaya de Fútbol.

El ariete samario, recién iniciado el partido, destrozó como frágil pieza de cristal la dura concha táctica dispuesta por Tabares: en el mínimo espacio vital disponible entre nueve camisetas celestes se las ingenió para abrir el camino a un triunfo contundente. El segundo tiempo vio a un conjunto más coherente y motivado, conducido magistralmente por James y Macnelly, mientras Teófilo despedazaba tempraneramente las ilusiones uruguayas con una dupleta lograda en un campo que conoce de memoria.

Cuatro goles dentro del área chica, cuatro de pié derecho, cuatro en balón conducido, cuatro magistrales piezas de la táctica del balompié con pases cortos, maniobras de distracción, factor sorpresa y definición impecable. Jugadores lúcidos que desplegaron todo su fútbol individual y colectivo, con retornada alegría, actitud ganadora y entrega incansable.

La tricolor demostró que en Colombia el talento deportivo mana a borbotones, espontáneo y de calidad, tal como se vio en los pasados juegos olímpicos de Londres: basta apoyo y una acertada dirección para que los excelentes resultados firmen acta de presencia. Pékerman expuso su conocimiento, destreza y experiencia, su prolijo estudio del rival y de las condiciones posibles, como siguiendo las enseñanzas de grandes estrategas de la guerra.

Diría que, aplicado al fútbol, vimos un poco de Sun Tzu, un tanto de Pericles y algo de Von Clausewitz, plasmados en el triunfante esquema táctico ante los uruguayos, quienes caían abrumados por el juego nacional y derretidos por el agobiante calor de "La Arenosa".

Sorprendió el técnico con la promisoria juventud de Valdés en el centro de la defensa y con el despliegue de Valencia al lado de Aguilar mientras se reclamaba al talentoso Guarín, y con Macnelly cuando los resultados deportivos invitaban a Giovanni Hernández a colocarse la camisa amarilla. Juego impecable del combinado colombiano que redujo la garra charrúa a la impotencia futbolística.

En cualquier materia, los colombianos tendemos a la bipolaridad: pasamos del cielo al infierno en un instante, y viceversa; vamos a la velocidad del rayo de la gloria a la calamidad sin estaciones intermedias y de igual modo nos regresamos; de la dicha al abatimiento en instantes para regresar pendularmente a cada extremo en un pestañeo.

Pero no por ello se puede afirmar que la Selección absoluta ha estado desamparada en la capital atlanticense: las tribunas del coliseo barranquillero estaban desbordadas por la fiebre amarilla. Como siempre, las calles fueron un carnaval de carros y marchantes, de pitos y confeti, de ilusiones y alegría, de apoyo y motivación.

El extraordinario registro no debe ahora poner a los futbolistas en la posición de superhéroes cuando ayer eran los peores villanos. Ahora, como antes, pedimos prudencia y la moderación, sindérisis sobre calenturas tropicales, y sensato análisis frente a las emociones del momento.

Chile es un magnífico equipo que viene empujando desde hace varios años; de local impone sus condiciones, tiene a un exitoso Borghi al mando, sus jugadores triunfan en diversos lugares del mundo futbolístico y sus resultados demuestran que los australes no son presa fácil.

A nuestra Selección, gracias por devolvernos la ilusión de regresar a un torneo mundial; estamos seguros de que, a pesar de la peligrosa selección de los huasos, los cafeteros sabrán exponer sus condiciones en la capital chilena, y le jugarán de tú a tú a los australes.

En un resultado deportivo muchas veces interviene el azar; lo importante es prever las eventuales dificultades y prescribir los actos necesarios para sortearlas; Pekerman ha demostrado a lo largo de su triunfante carrera que sabe del tema. Jugadores de calidad tenemos y, con el nuevo aire motivador, sabemos que dejarán en la cancha hasta el último aliento. Muchos éxitos a la Selección Colombiana de Fútbol en su visita a Chile; nosotros, como hinchas emotivos, a guardar mesura y cordura en las buenas y en las malas. Nuestra selección no es invencible, pero tampoco es la peor del mundo.