El general Santoyo y el fracaso de la democracia colombiana

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Escrito por:

Halinisky Sanchez Menéses

Halinisky Sanchez Menéses

Columna: Opinión

e-mail: halinisky@hotmail.com



Para que en un país la política funcione, deben existir tres principios esenciales, tres fundamentos reconocidos, aceptados y demandados por la ciudadanía a sus gobernantes y funcionarios públicos.

Sin estos tres fundamentos la política como disciplina científica o arte de administrar los bienes públicos en una "polis" determinada está condenada a fracasar y, cuando la política ha fracasado, el Estado como construcción filosófica y jurídica se convierte en un legitimador de las más horrendas prácticas de corrupción, injusticia y desvergüenza.

Estos tres pilares que sostienen la praxis política corresponden a: El temor de Dios, la responsabilidad y el decoro.

El temor de Dios; porque se necesita mucho temor de Dios, para que un oficial del Ejército no ordene matar a unos campesinos y hacerlos pasar por guerrilleros, se necesita pero mucho temor de Dios para uno no quitarle una finca a unos pobres desplazados y entregarla a los ricos como el caso Carimagua, solo el temor de Dios impide que se roben millones y millones de pesos en la Dian, y solo el temor de Dios hace posible que un congresista no legisle a su favor, el temor de Dios nos hace conscientes que los ojos de Dios llegan allá donde los ojos de los órganos de control y los medios de comunicación son incapaces de llegar.

La responsabilidad, porque nadie se hace responsable de nada, pensemos en el caso de los doce congresistas que quisieron atracar a todo un país en la conciliación de la reforma a la justicia, nadie asumió responsabilidades, la Fiscalía destruye el buen nombre de una víctima del secuestro y un símbolo nacional como Sigifredo López, el montaje se cae por su propio peso y nadie asume responsabilidad, valdría la pena preguntarnos qué responsabilidad le cabe al Doctor Álvaro Uribe en las chuzadas, en los falsos positivos, en Agro Ingreso Seguro, en la entrada de delincuentes por la puerta trasera del Palacio de Nariño, en las falsas desmovilizaciones, en fin qué responsabilidad tiene el Doctor Álvaro Uribe el más importante político del siglo XXI en Colombia si sus más cercanos colaboradores o están presos o prófugos de la justicia.

Y por último el decoro, supongamos que el mundo se desploma a tu alrededor y no fuiste responsable, como en el caso Uribe, el nada vió, nada intuyó, ni siquiera que su propio jefe de seguridad el General Mauricio Santoyo tenía vínculos con grupos paramilitares como lo confesó ante un tribunal americano, ante una situación tan deprimente, al menos una disculpa, los colombianos esperamos al menos el reconocimiento del presidente Uribe de que su gobierno fracasó en lo moral, que sus indiscutibles resultados en seguridad y confianza inversionista fueron enlodados por los escándalos de corrupción, se necesita decoro, para no afear la política, para que las nuevas generaciones vean en el servicio público una alternativa de vida honrosa, digna de ser vivida, el decoro es quién protege la democracia de personajes como Merlano que pese a su impúdica actuación indigna en un padre de la Patria, sigue campante ganándose más de diez millones de pesos que pagamos nosotros los de a pie con los impuestos, el decoro es quien salvaguarda a una Nación de que los tres últimos presidentes del Congreso hayan sido investigados penalmente.

Cuando el Presidente Uribe llegó al poder en el 2002, Colombia era considerado desde la perspectiva política un Estado fallido, hoy por hoy ocho años después, seguimos siendo un Estado fallido, ahora desde la perspectiva ética, la nuestra es una democracia degradada y el Estado se encuentra en cuidados intensivos como consecuencia de un pueblo permisivo e inmoral, tanto como sus gobernantes, un país en el que ni sus generales se salvan, como el flamante oficial Santoyo, nos encontramos en el peor de los mundos.

Clavos y Canela: El presidente Uribe ha declarado en los medios unas supuestas reuniones entre el gobierno y los terroristas de las Farc, si esto es cierto, no debemos sorprendernos acaso la paz no es un mandato constitucional contenido en el artículo 22 de la carta magna.



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