En un mundo globalizado como el de hoy, en el cual la economía, la política, las legislaciones propias de cada país, la tecnología y todos aquellos factores, endógenos o exógenos, afectan de manera incuestionable la estabilidad de las organizaciones, dentro de un contexto pragmático de un entorno dinámico y en contínua transformación, se hace imprescindible blindar a éstas, de todo rastro hostil que pueda deteriorar su capacidad potencial para competir, y lograr sus objetivos.
Las organizaciones que triunfan, incuestionablemente, desarrollan culturas organizacionales y filosofías superiores a las de la competencia. Las empresas dedicadas a la educación y a la formación integral del individuo, sin duda, también se desenvuelven igual que cualquier otro tipo de organización, por tanto, necesitan fortalecer su filosofía, y crear una cultura organizacional ganadora que les permita garantizar el camino del triunfo y asegurar un excelente servicio a la comunidad.
Expertos en el campo de la planificación estratégica aseguran, que existen dos pasos completamente definidos, diferenciados y necesarios para crear una filosofía institucional adecuada a los fines que persiguen las instituciones de formación. El primer pasó, declarar la naturaleza, misión y objetivos tras los cuales se movilizan. El segundo, abarca todo lo relacionado con el currículo académico.
La filosofía institucional no solo abarca lo pedagógico, lo social, lo cultural, o lo ético, moral y epistemológico, sino también, todo aquello que se relaciona con la administración educativa y lo sicológico.
En fin, la filosofía institucional se encausa en dirección a todos aquellos campos mencionados, y hacia todos los demás que conduzcan al logro de la misión y de los objetivos formativos.
El fin de la educación es formar integralmente a los hombres y mujeres, de hoy y del mañana, en su más excelsa y pura condición de ser humano. La misión de las instituciones de educación es, indudablemente, formar un ser humano que persiga y promueva la generación de conocimiento con base a su propio esfuerzo y trabajo, fundamentándose en el quehacer científico, tecnológico, la investigación, y que además explore y asimile todos aquellos condicionamientos éticos y morales que construyen personalidades y rasgos cargados de humanismo.
El fin de la educación es formar un ser humano integro, respetuoso de sus semejantes, del ambiente, de su patria, cultura, costumbres y en general de la sociedad. Un ser humano respetuoso de los derechos y libertades de la gente, que de especial atención y consideración a la vida. Un ser integro que fomente la convivencia pacífica y sea parte activa de la sociedad en la que se desenvuelve.
Los procesos institucionales han de ser dirigidos en la dirección que demarcan los parámetros de conducta organizacional definidos en su filosofía. Cuanto más estructurado esté el concepto de filosofía institucional, más fácil será para todas las personas que hacen parte del proceso educativo, asegurar una educación de calidad y un proceso de formación integral efectivo, que induzca la construcción del ser humano que aspiramos conocer.
A manera de conclusión, podemos decir, que el marco filosófico dentro del cual se desenvuelven las instituciones de educación, es el alma y el espíritu de éstas. La filosofía institucional, aunque única, tiene que involucrar todo aquello que permita a la organización, actuar en forma decente, respetuosa y honesta con la comunidad a la cual sirve.