Protagonistas de Nuestra Farsa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jacobo Solano Cerchiaro

Jacobo Solano Cerchiaro

Columna: Opinión

e-mail: jacobosolanoc@hotmail.com

Twitter: @JacoboSolanoC



Definitivamente los realities se han convertido en uno de los programas con mayor audiencia en el mundo. En Colombia, las franjas están llenas de estas transmisiones que no aportan nada a la sociedad y más bien incitan a la violencia. Si no hay conflicto, no hay emoción, situación que incide directamente en el índice de audiencia. Para muestra de ello, en 'Protagonistas de Nuestra Tele' cuando se enfrentaron Elianis y Oscar, dos polémicos participantes, con actitudes poco ajustadas, irascibles y agresivos, lograron recuperar un programa que venía de capa caída; de marcar 8 puntos de rating en su inicio, subió a 20 y pasó a ser el programa más visto, superando a la serie de Caracol Escobar El Patrón del Mal, programa que ha causado bastante revuelo por la crudeza de sus imágenes y que recuerda una época dolorosa de la Nación.

Es tanto lo que factura el amarillismo, que una pauta promedio de 20 segundos, cuesta la bicoquita de $25 millones y el día de la famosa pelea el canal Rcn facturó más de $1000 millones, según fuentes de la revista Dinero.

Pero ¿Por qué este tipo de programas, donde priman temas como la vanidad, la envidia, la avaricia y otro conjunto de superficialidades, son preferidos por los colombianos? Resulta incongruente que las quejas por el contenido sean tan numerosas como la audiencia de dicho formato televisivo.

Que dicho sea de paso, es un vil engaño, porque ponen a la gente del común que va detrás de un sueño, a hacer interminables filas, cuando ya tienen un perfil de elección establecido: hay que tener presencia, ser intrigante, chismoso, idiota, narcisista, tener un problema familiar de fondo, el talento pasa a ser secundario. Fabrican un escenario y unas situaciones para producir un efecto y ganar audiencia. Pero caen en la explotación del dolor ajeno, que es exhibido sin escrúpulos a una audiencia ávida de sangre y curiosidad morbosa.

Este programa es la prueba de que a gran parte de los colombianos nos encantan los escándalos como el de Dania Londoño, la fiesta de Fritanga, las fotos de Yidis en Soho, etc., tan cotidianas en un país con miles de necesidades, en el que en vez de veedurías ciudadanas para controlar a los corruptos y supervisar la inversión, tenemos veedurías para realities de canales, consentida por una sociedad que, en su mayoría, vive esos problemas y goza reflejándose en la casa estudio, que más parece una casa de lujuria.

El canal Rcn viene de capa caída y lo que le importa es recuperar algo de audiencia, ante la paliza que le está pegando Caracol en las demás franjas, acude al amarillismo puro y duro como tabla de salvación, y lo peor es que le funciona.

Es increíble que expresiones como: prospecto de travesti de pueblo que obtiene una respuesta igual de fuerte y homofóbica, estúpida lesbiana y tuerta, sean las que definan y premien con el rating. Y peor, que el canal que lanza voladores al cielo por esta situación, se lave las manos y salga a enjuiciar a los implicados, haciéndolos quedar como intolerantes en un país agobiado por la violencia, como si ellos no fueran los incitadores; y de paso, manipulan el programa con votaciones amañadas para dejar a concursantes que son eje del conflicto. En últimas, es el televidente quien tiene el control remoto, y quien define cuál es la televisión que quiere ver.