Es cuestión de identidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Majestuosa la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. La producción y las comunicaciones, impecables; no cabía esperar menos.

Se apreció extraordinaria la identidad británica en su historia reciente, sus símbolos, sus íconos y personajes, su cultura y tradición, su arte y hasta su refinado humor. En resumen, su grandeza, su majestuosidad y su importancia histórica. Más de 11.000 atletas de 204 países se hicieron presentes en las más importantes justas deportivas modernas desde aquellas de Atenas en 1896.

Los británicos, como lo mostraron en su ceremonia inaugural, han tenido una identidad definida, en la cual resaltan aspectos como cultura, arte, filosofía, planificación, ingeniería, tecnología, industrialización, etc., que alcanzaron su cumbre desde Isabel I y aún mantiene buena parte de ella en cabeza de Isabel II. No todo es bueno, desde luego.

Se miran al ombligo y sienten que todos deben ser como ellos, que el universo es anglocéntrico y tienen el poder para lograrlo: de ahí sus invasiones y saqueos para mantener un dominio militar y económico, los execrables genocidios, el esclavismo y otras deshonrosas herencias como la segregación racial, más evidentes en sus antiguas colonias, y el imperialismo manifiesto de sus descendientes estadounidenses. El mundo debe estar hecho a su medida y acomodo y nada puede hacerse sin su aprobación.

Independientemente de todo ello, resalta la idea anglosajona de un mundo definido, con derroteros planeados y claros por los cuales trabajan en conjunción sin apartarse de ellos, donde la figura de la Reina lleva la batuta (así muchos ingleses no estén de acuerdo con su existencia), donde la modernidad del punk, el eclecticismo del Soho y de la presencia multicultural en Inglaterra se imponen sin afectar la tradición, a su vez manifiesta en su arquitectura y urbanismo, arte y cultura, mitos y leyendas, legislaciones y estructuras sociales, en símbolos y personajes: pueden coexistir sin misterios Su Majestad y James Bond, un punk en Trafalgar Square, o los Rolling Stones con la Sinfónica de Londres, y así sucesivamente, todos esos aspectos que identifican a los británicos en cualquier punto de la geografía universal.

La contracara de todo ello aflora cuando miramos la imagen que se tiene de Colombia en el extranjero gracias a las noticias que se producen a diario: tráfico de drogas incontenible, prostitución desaforada (especialmente la infantil), crímenes a la orden del día, conflicto interno, corrupción desbordada, desigualdad extrema y un sobreentendido etcétera dentro de una incomprensible permisividad del Estado; basta conocer las prevenciones de quienes por primera vez arriban a éste país.

Desde luego, una corta permanencia del visitante le basta para entender que, si bien es cierto esos males existen, no tienen el impacto mediático que se percibe en el extranjero, y la vida cotidiana no es muy distinta a la que puede suceder en Nueva York, Roma, Estambul, Tokio o la misma Londres.

Esa imagen es alimentada no sólo por la brutal realidad sino por comunicadores irresponsables armados de medios complacientes que piensan más en la venta de noticias, por politiqueros armados de twitter, por un Estado sin rumbos en materia identidad nacional, y, claro, sin políticas definidas en cuanto a la imagen nacionaly regional se refiere.

Porque alguna distancia habrá de la majestad de la Reina Isabel II al "le rompo la cara, marica", de Mr. Bean a "Suso El Paspi", del Scotland Yard al extinto DAS, de los Beatles a los reggetoneros, o de la City a nuestros Centros Históricos.

Los símbolos patrios no se puede limitar el 6° himno nacional más feo del mundo, a un escudo anacrónico, o a una bandera que hoy no representa la magnificencia que quiso el Libertador; la imagen nacional no debe ser un flamígero corazón parecido más a una guayaba hablando de pasión que en el mundo anglosajón representa cosas muy distintas y, menos, un omnipresente sombrero vueltiao. Es menester entonces consensuar (que no imponer por decreto a gusto de cada mandatario) la simbología y signología más representativa de los valores positivos de Colombia.

Para ello, hay que fomentar responsabilidad de los medios y de los comunicadores, disponer más dinero para la educación y la formación, más inversión en campañas destacando los valores positivos de nuestra nación. Tenemos muchas cosas buenas y hermosas que mostrarle al mundo, así en principio no produzcan los caudalosos ríos de dineros de los patrones del mal, las tetas y los paraísos, o los carteles de los sapos. Colombia es muchísimo más que eso.