Los Preadolescentes y Adolescentes Suicidas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Orlando López Lozano

Orlando López Lozano

Columna: Así veo las cosas

e-mail: orlandoluis1210@hotmail.com



Incontables son los casos de preadolescentes y adolescentes suicidas en nuestro medio. Pero lo mas lamentable de estas inconcebibles situaciones es que la mayoría de estos suicidios se suscitan en los planteles educativos, cuya culpa -sin lugar a duda- recae sobre esa macabra práctica llamada el “matoneo” estudiantil, la incomprensión y falta de tolerancia de algunos profesores y la apatía Sico-espiritual de ciertos padres de familia.

Innegable es el hecho de que algunos colegios reciben alegremente a profesores sin investigar seriamente quién es quién, dónde vive, si es casado, qué comportamiento observa con su pareja, si tiene hijos, cuál es la relación con ellos, qué lectura realiza, a qué ideología pertenece, qué hobbies práctica, qué música escucha, qué vicios tiene, en fin, todo lo que tiene que ver con su naturaleza como ser humano. Sino se realiza la anterior encuesta entonces contratar un verdadero psicólogo, especializado en asuntos de psicología general y caracterología, que semanalmente realice paneles con ellos para ir descubriendo poco a poco las fortalezas y debilidades que tenga el docente, luego realizar un detallado informe para el rector de lo que ha descubierto de él, -ya sea positivo o negativo-.

Si el rector de la institución educativa no comparte las anteriores sugerencias y tiene otras parecidas o mejor que conduzcan al mismo fin entonces que las aplique, porque el sano propósito de todo esto es conseguirle solución al problema que tratamos.

Concibo que la investigación que debe hacer la institución acerca del docente solicitado para tal propósito, sea para evitar que se cuelen uno de los tantos profesores dictadores de clase cuya “filosofía” es dictar una clase y no enseñar, sino a través de una clase magistral demostrar que si sabe su materia y que ningún alumno tiene derecho ni siquiera a disentir de sus planteamientos.

Ese profesor que su misión como tal está en dictar su clase en un ciento por ciento, mirar y tratar al alumno como un convidado de piedra sin explorar sus potencialidades académicas, sus fortalezas morales y éticas, su formación psicológica-religiosa, sus virtudes en general y sus defectos que como humano debe tenerlos, sino solo estima y valora que el alumno sepa dónde queda la “Conchinchina”, cuándo llegó a Santa Marta Simón Bolívar, cómo se plantea y resuelve el teorema de Pitágoras, cómo resuelve el teorema del seno y del coseno, qué es un plasmodio de la verán en biología, dónde nació y quién es el autor de Hamlet, qué es el benceno en química, qué griego puso en boga la dialéctica, etc.

Pero, son raras las excepciones donde un profesor explora las verdaderas potencialidades de un alumno, sus sentimientos, sus vivencias, sus preferencias académicas, deportivas y sociales, sus reacciones psicológicas, sus relaciones interpersonales, su concepto general sobre el profesor que lo enseña, el porqué de su tristeza, de su preocupación sentimental, familiar o social. Pero sí lo fustiga cuando por cualquier circunstancia no le entrega un trabajo a tiempo, si lo califica con los peores adjetivos cuando no rinde académicamente, si lo subestima cuando, por su condición natural no es apto para determinada empresa y lo amenaza con la pérdida de su año por su comportamiento disciplinario en lugar de aprovechar, a través del concejo sabio, tal falencia disciplinaria para ayudarlo a que rectifique y supere su falencia.

El comportamiento de esta clase de profesores ha contribuido a que el alumno en lugar de superarse se convierta en un medroso, en un desadaptado escolar, un sumido en la tristeza, en un introvertido, en un hipocondriaco que solo rechazo y odio le merecen las clases y el colegio.

Y si esta clase de alumnos cuenta también con un padre incomprensivo, intolerante y dictatorial, que piensa que con cumplir solamente con sus obligaciones materiales su misión como padre está cumplida a cabalidad, el infortunado muchacho se siente en una orfandad total de apoyo moral, comprensión espiritual y preocupación de sus problemas. Encerrado en un callejón sin salida cree que la única solución a su tragedia es el suicidio y sin pensarlo dos veces, paradójicamente, se abraza a él como su única tabla de salvación.

“Si no sabes amar mucho, no enseñes niños”, ha dicho la poetisa inmensa Gabriela Mistral, a lo cual yo agregaría muy humildemente, Sino amas mucho, no tengas niños.

Si observamos amorosamente estas dos frases, con seguridad absoluta que los suicidios de preadolescentes y adolescentes se disminuirían en un alto porcentaje en este país de los uno y mil disparates.