Los superhéroes de ayer

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



Hace pocos días estuve en Santa Marta. Quise aprovechar la oportunidad para hacer la prueba de qué tan raídos y desgastados podrían llegar a estar los cuentos antiguos entre los niños de hoy.

Mi ahijado Pablo tiene 6 años. Una de esas noches samarias, tan ensimismadas en el claroscuro de las calles y en la brisa marina que se evapora con el transcurrir de las horas, decidí sentarme a hablar con él de esas cosas de las que hablan los niños: de las ficciones, los superhéroes y los sueños, es decir, de la vida.

De un momento a otro, Le pregunté si había oído hablar de un personaje llamado Ulises. Me dijo que no. Luego le pregunté que si tal vez entonces había escuchado algo sobre un tal Perseo y me dijo, con cara de extrañado, que ese quién era. Decidí entonces sacar de mi maleta un pequeño libro del escritor y filósofo francés Jean-Pierre Vernant, titulado "Ulises /Perseo".

Empecé a contarle (a leerle) la historia de Ulises y debo decir que, con algo de histrionismo, logré capturar su atención en pocos segundos. Pablo estaba aterrado de que hubiera existido un hombre llamado Ulises, que peleaba con un gigante llamado Polifemo, quien tenía un solo ojo y a quien Ulises engañó haciéndole creer que se llamaba "Nadie". Cuando el gigante Polifemo fue atacado por Ulises, acudió a sus hermanos para decirles que "Nadie" le había clavado una rama de olivo en el ojo, con lo cual los fraternos gigantes nunca pudieron saber quién era el verdadero culpable.

Al cabo de 10 minutos, Pablo quería saber qué más había ocurrido con el arriesgado Ulises, con sus mágicas y peligrosas sirenas griegas, que no tenían forma de pez sino de pájaro. Quería saber además qué había pasado con su amada Penélope y con los habitantes de su tierra Itaca. Qué había sucedido con el caballo de madera que ingresaron en Troya después de la noche en que todos los troyanos acabaron muertos.

Yo, por mi parte, comprobé una vez más que, tal y como lo hace Vernant en su libro, ya no hay en nuestros colegios y jardines infantiles historias de verdad, con héroes de verdad y con ficción de verdad. Historias que en la antigüedad eran de obligada lectura para los niños griegos y que hoy no pasan de ser libros de adorno en las casas de millones de seres que desconocen de dónde procede su imaginario colectivo y, por qué no, su historia misma.

Al día siguiente, Pablo me buscó para decirme que quería seguir escuchando las historias de Ulises, pero antes debía encender la televisión para ver su programa favorito de Discovery Kids, en el que, me dijo, el superhéroe era tan arriesgado como los de la Antigua Grecia.