La sola dignidad de mujer basta y sobra

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Planeta Blanco es un documental que trata de la historia de dos oseznos y su madre. Desde el comienzo, uno de los oseznos tenía nombre, mientras que otro era simplemente, el hermano. Esto me hizo intuir que el hermano, no duraría hasta el final del documental como efectivamente sucedió.

La intención del cineasta fue volver anónimo al segundo osezno para no traumatizar a la audiencia. El mecanismo empleado para alcanzar dicho cometido fue despojarlo de identidad. Esto también sucede en la vida real.

He visto como desde el escándalo de la Cumbre, Dania Londoño, la mujer del escándalo, ha sido tratada por muchos, con términos en donde el más caballeroso ha sido "vulgar prepago". Un linchamiento moral con todas las de la ley, perpetrado desde muchos medios.

Los ataques han arreciado desde que se supo que van a hacer una novela sobre su vida, y probablemente también se escriba un libro sobre la misma.

Todas las injusticias y desigualdades entre humanos tienen su origen en un proceso reduccionista y utilitario, en el que yo le arrebato a otro ser humano su dignidad y la objetivo para que sirva a mis propósitos.

Por ejemplo, no soy capaz de ver en Dania Londoño, la mujer, la madre, un ser humano con dignidad. Como en el caso de Planeta Blanco, la reduzco a puta. Le arranco la dignidad y el respeto que merece todo ser humano, independientemente de sus circunstancias. Por esto me es fácil guillotinarla públicamente.

Esta deshumanización, rampante en nuestra sociedad, la repetimos en muchas esferas de nuestra vida, como por ejemplo, al referirnos al desechable, al drogadicto, entre otros. Hemos perdido la capacidad de ver que detrás de las circunstancias u oficios, hay un ser humano como nosotros, y no reconocemos que la dignidad humana es inalienable sin importar las circunstancias, y que nada justifica atentar contra ella.

El cruel asesinato de Rosa Elvira Cely necesariamente fue precedido por un proceso patológico y reduccionista de su persona, en que ella se convirtió en objeto de placer de un sicópata. Rosa ya no era persona sino un objeto del que se debía obtener placer a cualquier costo. Reducir nos legitima para destruir o abusar. Pero este es el caso extremo.

¿Cuántos no hemos mirado con desdén, indiferencia u odio al indigente que se acerca a pedirnos algo? ¿Somos acaso conscientes de que esa mirada, le arrebata dignidad a ese ser humano?

¿Se nos ha ocurrido pensar que si tal vez miráramos ese mismo indigente con respeto, con compasión no solo lo validaríamos como ser humano sino que además mantendríamos viva una llamita de dignidad que de pronto algún día le permita salir del infierno en que vive? Si no tenemos algo para dar, por lo menos no les robemos su dignidad.

Volviendo con Dania, a mí me enseñaron en casa de mis padres, que a las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa.

Esto también incluye no maltratarlas ni siquiera de palabra, y aplicable a todas las mujeres independientemente de su profesión, condición u oficio. El ser prostituta no desnuda a una mujer de su dignidad de mujer ni de ser humano, y por lo tanto merece todo nuestro respeto por este solo hecho.

Dania no es diferente a nosotros: quiere ser feliz, quiere lo mejor para su hija y quiere poder proveer para su hogar.

No creo que nos corresponda juzgar por qué lo hace de la manera que lo hace.

A nadie debería sorprender que quiera aprovechar su cuarto de hora para salir de la pobreza material. Pareciera que a cierta gente le da envidia, que a Dania le suceda algo bueno.

Más allá de que Dania se haga unos pesos con su novela o su libro, de pronto su historia inspire a otras mujeres prostitutas para que busquen otros medios de subsistencia, o de pronto logre que el gobierno deje de hacerse el de la vista gorda con estos temas, como hábilmente hizo en su momento.

Dania debe ser una mujer muy inteligente, ya que de lo impensable e improbable, logró darle un giro a su vida, pero que le vamos a hacer, algunos "caballeros" las prefieren brutas. Dania, buena suerte.