"Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo; puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo".
No dejo de sentir vergüenza y profunda tristeza al observar cómo el país y los medios de comunicación asistimos impasibles e impávidos al burdo y circense espectáculo al que nos vienen sometiendo algunos personajes de la vida pública nacional quienes se han convertido en unas vulgares plañideras que causan y producen asco frente a sus explicaciones y argumentos traídos de los cabellos y con los cuales solamente pretenden justificar sus desaciertos administrativos o, lo que es peor, como los gatos, esconder sus porquerías y creen, -convencidos están-, que atacando se defienden mejor y de esa manera evitan que se les cante la tabla y se les exponga al paredón de la opinión pública.
Los más recientes acontecimientos han defenestrado la visión que los colombianos tenían de lo que realmente ocurría en esta despedazada y adolorida patria y pareciera encontrarnos en una sin salida, habida cuenta que se han dado algunos sucesos que en nada logran cohesión en la población para enfrentar la adversidad y, lo más triste y vergonzoso, máxime cuando algunos personajes que deberían estar preparados para apaciguar los ánimos y unir sus fuerzas para ser un bloque homogéneo y compacto, sencillamente dan muestras de su mezquindad y egoísmo y se comportan como simples verduleras que vociferan o recurren a las redes sociales para desde allí espetar y vomitar toda esa bilis odiosa que acumulan en sus sentimientos y, convencidos están, creen ser estadistas cuando no pasan de ser unos vulgares buscapleitos que, lastimosamente, encuentran eco en algunos medios de comunicación que se han convertido en sus cajas de resonancia.
Después de ocurrido el atentado contra el ex ministro Fernando Londoño el país paso a ser otro completamente diferente en el cual las fuerzas vivas de este país, alineadas en los bandos santistas y uribistas, emprendieron una absurda pelea por demostrar en cabeza de quién está la hegemonía de la opinión en este país y desde ambas orillas han dado muestras de creerse que son los intocables y pueden hacer y decir lo que les viene en gana y para ellos cuentan de manera absurda con una prensa que pareciera seguir de rodillas ante los embates del poder o de lo que ellos denominan el poder.
Las redes sociales y la tecnología han servido para que algunos personajes, entre ellos su ex alteza real Álvaro primero, el ex emperador…cito, se vengan lanza en ristre contra todo aquel que se aparta de sus absurdos y ridículos pensamientos y se dedica a repartir baculazos y mandobles como queriendo obligar a todos a que piensen como él, en el entendido que él piensa o cree que la descomposición del país se debe a que el pueblo, gracias a la rectitud y entereza de la corte constitucional, no pudo postularse para un nuevo período y como tal se descuadernó esto, ya que según él y sus cortesanas, sólo él puede arreglar esta nación y los demás no somos sino una caterva de ignorantes frágiles ante la realidad, lo cual no pasa de ser una posición absolutista del fouchecito autoritario y despótico ex mandatario que observa que a medida que transcurre el tiempo se le estrecha el espacio y va perdiendo terreno ante una población que despierta de su letargo y entiende que sencillamente lo que busca es ocultar sus marranadas para de ese modo evitar se le investigue, se le lleve a juicio y, al final, se le castigue como deber ser, si no ante la justicia colombiana, ante la justicia internacional en donde no será acogida su altanera y repulsiva posición de pelietas.
La reforma a la justicia, el atentado contra el ex ministro que prometió acabar con las matas de coca, el secuestro y posterior liberación del periodista francés Romeo Langlois, son solo algunos de los últimos hechos que le han alborotado la bilis al ex emperador…cito y a cada rato trina y llora sobre lo que él cree está mal y se viene tomando atribuciones que no le corresponden, convirtiéndose mas bien en un estorbo que lo hace notar aún más ridículo y su comportamiento produce hilaridad por cuanto nadie le para bolas y es observado como un pobre loquito llorón que nada le gusta y que no ha entendido que su tiempo ya pasó y durante ocho años no fue capaz de hacer nada y solamente ahora están destapándose a los comportamientos cleptócratas que se desarrollaron durante su gobierno y que, gracias a Dios, se pudieron frenar, porque de lo contrario, este país seguiría naufragando en las pestilentes y turbulentas aguas de la putrefacción administrativa en la que se convirtió su gobierno.
A mi modo de ver las cosas, es necesario e imperativo que lo ignoremos y evitemos tener que hacer mención a sus tonterías para que se dé cuenta que con su comportamiento absurdo sencillamente le está causando daño al país y que se defienda con argumentos y deje de estar arremetiendo con su lloradera cada que alguien lo sindica de una que otra porquería y que la autoridad lo enfrente y deje de considerarlo intocable y le enrostre las cosas de la cuales se le sindica y así poder enjuiciarlo y condenarlo para que pague por las atrocidades y barbaridades cometidas en sus mandatos y de las cuales él debía tener conocimiento, por cuanto en el país no se movía una hoja sin su consentimiento.