El gallo de la veleta

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



Hay por ahí un verso leído hace tiempo de Alejandro Jodoroswsky que ahora recuerdo, y dice que "…El gallo en la veleta no se opone al viento, sigue su dirección…".

Yendo por partes, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define veleta como aquella pieza de metal en forma de saeta que sirve para señalar la dirección del viento. Como se sabe, las veletas llevan por corona un gallo y, puesto que todo en la vida tiene origen o autor, cuenta la historia que fue el papa Nicolás I quien ordenó en el siglo IX que en la parte más alta de los templos se colocara un gallo, para mortal recordación de las tres negaciones que hizo Pedro de Jesús después de la Última Cena. Para aquella lejana época ya los campanarios de las iglesias venían adornados con veletas y entonces sobre ellas hubo de erigirse el famoso y milenario gallo.

Como a mediados del siglo pasado un aventajado caudillo conservador dijo de otro espléndido orador, parejo autor, editorialista memorable y conspicuo parlamentario, que su conducta política nómada lo hacía parecido al gallo de la veleta y en aquel momento el autor de "La canción del caminante" fue así llamado "el gallo de la veleta".

En la vida pública se da a cada rato el caso de ciertos personajes más bien mediocres y hasta proclives al ridículo que, por saber captar con esos enormes ojos de buitres el sentido de los vientos, llegan a conquistar cumbres inmerecidas. Nada que ver con el doctor Villegas.

Es pues el caso patético contemporáneo de dos senadores de idéntica menuda estatura mental y física que, montados sobre las crestas de los gallos, compiten a brazo partido por el récord de la inconstancia y las mudables posiciones políticas.

A uno de ellos lo apodó en estos días en tuiter el colega Gustavo Gómez Córdoba como "el renacuajo paseador" y yo agregué que el otro es el tieso y majo "rin rin renacuajo". Par de personajes vivaces e insustanciales, dispuestos a perder la vida sobre la vía pública por ir a velocidad pura en persecución de cámaras y micrófonos.

Pues bien. Como "en casa de ciegos el tuerto es rey", "el renacuajo paseador" se apresta a asumir la presidencia del Senado de la República el venidero 20 de julio en dignísima sucesión de otros de la misma extravagante catadura y me refiero no más a un tal "senador chuzo", que de los barrotes goza, y al mismísimo "rin rin renacuajo".

Creación de Dios es el gallo y de ciertos políticos típica figura, sujetos fanfarrones que no teniendo norte ni equipaje, invariablemente obedecen la dirección de la rosa de los vientos. Por eso todo en su vida es armonía con la ausencia de carácter y la deslealtad desvergonzada.

Tiro al aire: castizo o no castizo, dícese "trepango" de todo Darío Arismendi que trepa sin escrúpulos en la escala profesional, política, religiosa, social o de los negocios.