Mi hijo estudia en la mejor universidad del país (Parte 1)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



Si usted cree que porque sus hijos estudian en la Universidad de los Andes eso equivale a que estudien en la mejor universidad de Colombia, déjeme decirle, está bastante equivocado.

El pasado 21 de marzo, fue noticia nacional el caso del estudiante Diego Andrés Mancipe Colorado, quien se suicidó lanzándose del último piso del edificio Santodomingo, donde funciona una de las sedes de la tan aclamada Alma Mater. Sin embargo, pese a que varios noticieros y diarios registraron el suceso, al parecer el caso no pasó a mayores y simplemente la muerte del joven de no más de 24 años quedó, una vez más, en el olvido.

Yo por mi parte, quedé un poco consternado con la noticia. Hace un par de años conocí a un estudiante de esa misma universidad que debió retirar sus estudios académicos por problemas psiquiátricos y, en el mes de octubre de 2011, conocí a otro uniandino que había padecido el mismo problema. Una vez escuché la noticia del joven suicida, decidí contactarlos y preguntarles con mayor detenimiento sobre sus circunstancias en la universidad al momento de sus episodios.

Ambos, sin conocerse, coincidieron en que los mecanismos educativos de esa institución habían coadyuvado a que su situación mental empeorara y, lo peor de todo, que al momento de buscar ayuda en su Alma Mater Uniandina la respuesta más común era: tranquilo, es que el ingreso a esta universidad a muchos les da duro, no es fácil el cambio del colegio, y adiós.

Uno de ellos, no encontrando solución ni respuesta, decidió incluso por irse a una esquina de la facultad de arquitectura y una vez de rodillas, llorar incesantemente. El otro, optó por acudir a un psiquiatra quien tuvo que medicarlo contra la depresión por un tiempo considerable.

No siendo suficiente, al caso de Diego Andrés se suman el de otro joven de 24 años, quien fue presa del suicidio el 10 de septiembre de 2006, siendo estudiante de administración de empresas también de la Universidad de los Andes, y el de uno de 21 años, estudiante de ingeniería civil y ambiental de la misma universidad quien se quitó la vida el 25 de septiembre del mismo año. Todo esto, sin dejar de lado el famoso caso de Luis Andrés Colmenares, sobre quien todo indica que fue asesinado por sus compañeros de universidad (sobra ya decir cuál) y arrojado en un caño en la ciudad de Bogotá.

Sin embargo, una vez puesta la noticia de la trágica muerte de Diego Andrés a la luz pública, la respuesta de los directivos de la "mejor universidad del país" no fue otra que la de argumentar que el joven suicida no era estudiante de los Andes sino de la Nacional, y que sólo tomaba una materia electiva allí. Nadie dio explicaciones del motivo del suicidio, ni de las políticas de asesoría o acompañamiento a los estudiantes, ni mucho menos, de los anteriores casos de muerte voluntaria en alumnos de esa misma institución. Como todo en Colombia, no pasó de ser una muerte más de tantas.

Pero todo tiene una explicación. En esa universidad, como en este país, hemos asumido que importar modelos de desarrollo extranjeros (entre ellos el educativo) es la mejor forma de educar y de vivir. Dice William Ospina, en su reciente libro titulado "La lámpara maravillosa", texto que me motivó a escribir esta columna, que el tema de la felicidad no suele considerarse demasiado en la definición de educación y, sin embargo, debe ser prioritario.

La educación en Colombia se ha convertido, como todo, en un negocio, y ha perdido su principal función que no es otra que la de dar a conocer, pero sobre todo a valorar el universo. No en vano la palabra Universidad proviene de ese sustantivo, y se refería antiguamente a los recintos donde la gente iba a conocer el universo. El universo es todo y es nada. Así como la felicidad misma. La ingeniería civil por sí sola es, en cambio, sólo eso, ingeniería civil.

Una vez más retumba en mis oídos las palabras de Nietzsche cuando decía que aquellos enfermos de las especialidades "en lugar de llegar a una cultura auténtica, consiguen una erudición micrológica y estéril".

¿Qué pasaría si se realizara una investigación seria sobre el porcentaje de suicidios y enfermedades psiquiátricas en los estudiantes uniandinos y se las compara con el de otros centros educativos? ¿Por qué los medios de comunicación, cuando se trata de la prestigiosa Universidad de los Andes, siempre dejan la noticia a medias? ¿Hay poderes políticos y financieros detrás? ¿Cuál es la falencia del sistema? Y lo más llamativo: ¿Es esta institución la mejor universidad del país? Fin de la parte 1.