Para nadie es un secreto los aterradores indicadores estadísticos que sufre la ciudad de Santa Marta. Es, por todos conocido que la ciudad presenta un conjunto de problemas y 'trampas' de la pobreza que han tenido un impacto negativo en su desarrollo.
Un capítulo especial merece el tema de las finanzas públicas en una ciudad en que casi toda la prestación de los servicios públicos está prácticamente concesionada en manos de empresas particulares cuyo ánimo primario es el desmedido enriquecimiento. No sobra recordar que en los últimos cuatro años se ha cuadriplicado la deuda pública, pasando de $47.028 millones a $178.533 millones.
Sobre agregado a lo mencionado, la ciudad se ha visto envuelta en una inseguridad ocasionada por reconocidas estructuras delincuenciales que dificultan el accionar empresarial y comercial, aumenta tanto los índices de criminalidad como de otras formas de violencia y perturba la convivencia ciudadana. Este tipo de inseguridad constituye un obstáculo a la labor misional del Estado, al desarrollo económico de la ciudad y al ejercicio pleno de las libertades y derechos de los ciudadanos, lo que nos obliga a poner todo nuestro empeño tanto en medidas preventivas como coercitivas para proteger la vida, bienes y honra de todos los samarios.
Ante este panorama nada agradable, es necesario construir nuevas estrategias de desarrollo humano y de lucha contra la pobreza, que permitan construir espacios públicos en los que la comunidad (especialmente los niños y las niñas) en condiciones de pobreza, víctima del conflicto armado y demás formas de vulnerabilidad, pueda acceder a los servicios del Estado (educación, salud, deporte, etcétera), a un empleo digno, a la recreación, a la cultura, a una nutrición adecuada y a una planificación participativa que permita una redistribución equitativa de la riqueza.
El Plan de Desarrollo que propone discutir y aprobar el Concejo Distrital de Santa Marta busca orientar el destino de la ciudad durante los próximos cuatro años. Todos los samarios desean que Santa Marta sea una ciudad amable.
Que sea un territorio de inclusión social y económica y de respeto por los derechos humanos. Con un desarrollo sostenible que respete la dignidad de la gente y la geografía del territorio. Con total transparencia en la construcción de la gestión pública y un ambiente de seguridad ciudadana. Sin embargo, para el logro de nuestros deseos, la política debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la política.
Debemos transformar nuestras costumbres en el quehacer democrático y entender que el "palo no está para cucharas". Santa marta requiere de una transformación y no de meros retoques cosméticos de la imagen para que las cosas sigan siendo iguales. Los retos exigen una mejora de las condiciones de vida de nuestras comunidades y de la manera de hacer la política.
Esperamos que el Concejo Distrital de Santa Marta, atendiendo los graves problemas y necesidades más sentidas de nuestras comunidades, se sume a las aspiraciones del pueblo samario y, entre todos, tratemos de convertir a Santa Marta en una ciudad generadora de riqueza y prosperidad. Todos y todas debemos participar y aportar a este propósito.