Los dos pelos del gato

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



El primer tirón me dolió poco porque no lo esperaba. "Duele más el garrote que el garrotazo" decía mi abuela toscana; recordé el dicho en italiano que ya casi olvido y que el maestro me enseñaba sin quererlo en su taller de Pietrasanta donde nací. Hoy ya pienso en mi pronto español, aunque luego de un mes parado en este parque creo que lo hago en parlache, pero no estoy seguro de haber pensado en alguna jerga o idioma. En fin, pensé la idea.

Pero sigo. El segundo tirón sí me dolió bastante, y de haber podido mi maullido se hubiera escuchado en todo el Valle del Aburrá. Es que dos bigotes en menos de un par de semanas es mucho para un pobre gato, así mi obesidad insinúe que soy resistente al dolor.

Dos bigotes aguantan, pero me pregunto si me los dejarán todos, y si me dejarán las orejas, la nariz, la boca, la cola, las patas, si me dejarán a mi… En el taller de Italia supe la historia de mi hermano mayor El Pájaro, domiciliado también en Medellín desde hace mucho, en el parque San Antonio allí más abajo lo desplumaron con una bomba en 1995. ¡Uy!, le debe haber dolido más que la arrancada de dos bigotes al tiempo; o de dos plumas, en su caso.

Bueno, prefiero que me arranquen los bigotes a la constante tocadera que le dan a mi hermana mayor, a La Gorda, también residente en Medellín, en el parque de Berrío. Es el punto de encuentro citadino por obligación y por misión del maestro.

¡Pobre Gorda! Además debió aguantarse la furia de las escaleras del edifico Coltejer, lugar donde los medellinenses se daban cita entre sí, antes de que mi hermana llegara. En fin, las modas pasan, y la sinuosa Gorda resultó más atractiva que unas frías y cuadriformes escaleras.

Llegué a Medellín con 14 bigotes y me han quitado dos. Ya me pusieron el primero que me afeitaron, pero volví a quedar con 13 y ese número no me gusta. Soy supersticioso y precisamente por eso no soy un gato negro sino café rojizo, o cobre.

Mi maestro cumplió 80 años hace poco. Me alegré, claro. En el taller le decíamos cariñosamente "nuestro Geppetto". Él nos quiere, y desea que estemos esparcidos por toda su tierra, Colombia, que también ama. Supongo que vivir en Colombia implica vivir también todo lo que aquí pasa, incluyendo robos de bigotes, explosiones y claro, mucho amor y cariño, así se exprese en una sobadera que a veces me hace cosquillas y me molesta, pero que aguanto por vocación.

Alguien dijo que me están depilando de a poco, pues quieren un gato metrosexual. No sé de esas cosas, pero que lo hagan rápido y le pregunten primero a "Geppetto" Botero mi papá; me parece de cortesía.

No quiero creer lo que dicen por ahí: que se conformó una nueva banda, autodenominada "Los Robabigotes", filial de otra que le roba el pelo a las humanas. Si es así, en poco tiempo se tendrán que desmovilizar porque solo le quedan 13 "trabajos". Espero que en el acto de desmovilización los entreguen todos.

Pero no crean que solo en Medellín roban bigotes de gatos. Antes de llegar a esta, mi casa definitiva, estuve en varias partes del mundo donde también me afeitaron furtivamente. Primero fue en París, en los legendarios Campos Elíseos en 1993. Después en Nueva York, en la pepa de la Gran Manzana, en donde en 1994 me robaron, lean bien: ¡16 bigotes!, no todos de una vez, por fortuna. Y luego, en 1995, en el museo de arte de Fort Lauderdale, Florida, también me dieron mi afeitada parcial.

Como ven, el ultraje no es sólo en mi bella Medallo, es en todo el mundo y me apena porque no lo merezco: soy un gato bueno y no un gato bandido. ¡Ah!, y que no se diga que "donde hay gatos siempre hay ratones"...



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