Política, narcotráfico y aparatos de poder

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Escrito por:

Alfonso Lopez Carrascal

Alfonso Lopez Carrascal

Columna: Pedagogía Constitucional

e-mail: lopezcarrascal@yahoo.com



De los nueve presidentes que ha tenido Colombia post frente Nacional, desde 1974, Alfonso López Michelsen, Julio Cesar Turbay Ayala, Belisario Betancourt, Virgilio Barco Vargas, Cesar Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana Arango, Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, siete han sido de extracción liberal y solamente dos de extracción conservadora y detrás de todos ellos el narcotráfico sigue reinando y no se acabará la guerrilla ni el paramilitarismo ni el neoparamilitarismo (bandas Bacrin) mientras persista el narcotráfico, alimentadora de ese proceso que tanto mal ha hecho a la República. Por eso, en buena hora la nueva política norteamericana de ir desprisionalizando la droga y tratarlo como un problema de salud pública.

Hemos dicho que en países como Italia no se prisionaliza al consumidor sino que el juez dispone que sea tratado clínicamente por un determinado tiempo y presente la constancia del tratante médico. Mientras tengamos medidas severas estamos beneficiando por ley de oferta y demanda al negociante o traficante en el exterior y en el fondo crea la lucha territorial de las bandas que constituyen aparatos de poder.

Como decía el ex primer Ministro Italiano Bettino Craxi: todos hemos pecado, porque conlleva a que los aparatos de poder al margen de la ley se alimenten del narcotráfico, y estos grupos alimenten las ansias de los políticos y en el caso colombiano observamos un para congreso fruto de esos amarres que el sistema no ha podido desatar, porque quienes nos dedicamos a los apuros de la academia podemos ver más objetivamente el problema que nos aqueja para mostrar a nuestros alumnos como mandatarios del futuro. ¿Será posible cómo se quiso plantear en Italia que se le puede dar una solución política a la corrupción que origina el narcotráfico y que ha sido palpable desde el gobierno de López Michelsen con la ventanilla siniestra, el elefante en palacio? Un expresidente fue considerado en libros que corren para su lectura de que fue o estaba considerado como el narcotraficante No. 82 y nada pasó por investigar.

Hasta dónde la democracia puede convivir con la corrupción o, ¿será que se debe permitir una cota porcentual? Pero la democracia sigue siendo la más vulnerable ante el leviatán de la corrupción. Hoy el narcotráfico se esconde detrás de aparatos de poder, dejando de ser una simple actividad personal. Si cae la cabeza sigue la organización de poder y es esa la nueva forma societaria de actuar.

Philip B. Heyman, anota que con buen propósito de gobierno se puede combatir la corrupción. En primer lugar, proceder a insertar en el mercado de la corrupción, ciertas condiciones que hagan bajar el valor de las ofertas con las cuales los gobernadores intentan comprar a los funcionarios que tienen autoridad para tomar decisiones.

En segundo lugar, se puede proceder a modificar las operaciones gubernamentales, de tal manera que los funcionarios públicos solo puedan ejercer un mínimo de discreción en el desempeño de su cargo: restringir el arbitrio de los funcionarios.

La tercera forma consiste en promover una actitud más alerta, entre el público y las organizaciones, ante el problema del aprovechamiento indebido en el ejercicio de la autoridad oficial. Y puede hablarse de una cuarta forma de hacer público todo escándalo y ampliar medidas como la inhabilidad para ejercer cargos públicos o contratar. Otra manera sería oxigenar todo gabinete para evitar dominios de parcelas de poder político. Todavía es tiempo para que los gobiernos desarrollen una cultura de respeto y darle más herramientas celerosas a los órganos de control.