De marchas y contra marchas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



El lunes 23 de abril será un día para no olvidar. De un lado, se produjo el lanzamiento en las calles de Bogotá de la llamada "marcha patriótica" auspiciada por las Farc y, según el aforo, no estuvieron más de los que siempre han sido miembros del Partido Comunista doméstico, algo así como treinta y cinco mil camaradas llevados unos a las buenas y otros a las malas desde distintas partes del país, siendo de resaltar el caso denunciado de los campesinos de Puerto Rico, Meta, compelidos por la subversión a abordar diez buses con rumbo al altiplano en una especie de desplazamiento forzado y para no abundar en la figura del secuestro simple tan de moda últimamente.

El hecho debe de tener de cama a los señores del Polo Democrático Alternativo, porque todos los que se han ido a engrosar la "marcha" son clientela que ipso facto lo abandona, de donde resulta válido vaticinar que la izquierda en Colombia vuelve y juega a la atomización de su precaria militancia y a eso está sometida porque, como en el caso de todos los partidos, carece de líder y banderas que no sean consignas y resiente, además, la carencia de burocracia y presupuesto público que en algo mitiga aquella falta de caudillo y banderines, para mantenerse en órbita sobre la opinión pública.

El comunismo nunca ha arraigado en la nación colombiana porque es una idea, de un lado extraña a la idiosincrasia y las creencias del pueblo y, por otro aspecto, lo más pasado de moda que hay en el planeta tierra en materia de doctrinas políticas, salvo en sociedades sometidas a sangre y fuego, paredón incluido, que permanecen sometidas al oscurantismo forzado, trátese de Corea del Norte en la lejana Asia o de la vecina Cuba aquí no más en el Caribe.

Por mucho que se esfuercen y no obstante el estado de injusticia social y de inequidad económica que padecemos, la nuestra no es tierra abonada para ponernos a cantar a la palinodia, como tampoco para agachar la cabeza ante la modesta jauría que de nuevo se insinúa en las calles ofreciendo revolución al alto costo de las libertades públicas y los derechos de los ciudadanos, conquistados por sucesivas generaciones a precio de muerte, "sangre, sudor y lágrimas", según lo proclamara Churchill en ocasión no tan perdida en el tiempo.

Aquí estamos los patriotas de esta Colombia que no sabe de claudicaciones, para contener el arrebato del nuevo brazo político de los terroristas de las Farc. La extrema izquierda y el comunismo son en el fondo expresión de una misma cosa: la negación de la autonomía de la población para vivir en sociedad, el silencio de las conciencias de los individuos, la miseria generalizada. No es la hora del apaciguamiento de los espíritus que propone el centro político bobalicón.

No señor, es el momento en que la derecha debe entrar en acción porque es el camino, la verdad y la vida de la Nación: es nuestra libertad, son nuestras creencias enraizadas por centurias las que habremos de defender de la osadía de la pandilla marxista leninista.

Hablando de contra marchas que mejor que aludir a la protagonizada por el presidente Juan Manuel Santos quien, ante significativo bajón en las encuestas, decidiera echar mano del erario para contenerlo prometiéndole a cien mil compatriotas otras tantas viviendas gratuitas.

Es el caso de un gobernante que, vislumbrando la agonía anticipada de la pretensión reeleccionista, pasa a todo galope de la disciplina fiscal prometida a desordenar la hacienda pública y no serán ya cien mil sino muchísimas más viviendas, millones, porque todos los destechados podrán reclamar del Estado las suyas mediante acciones de tutela, invocando el derecho a la igualdad que la Constitución les otorga y recuérdese que la igualdad se predica entre iguales y deberá ser protegida por los jueces constitucionales.

Tiro al aire: en cierta forma veníamos saliendo de la pobreza de alguna manera ordenada y ahora el presidente Santos nos pone a caminar a trompicones, todo porque las encuestas han puesto en jaque a su desbordada ambición.