Igualdad de oportunidades, ruta hacia el trabajo decente

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



La Educación de calidad y la investigación aplicada a la productividad, son los eslabones fundamentales para que una región suba el primer escalón en la lucha contra la pobreza extrema. Lo es también el acceso digno a un trabajo decente que según la OIT, se refiere al que sintetiza las aspiraciones de los individuos durante su vida laboral.

Esto no es una frase aislada, así se recuperaron los países asiáticos como Japón y algunos países europeos, después de quedar devastados con la Segunda Gran Guerra del siglo XX y se han mantenido. La Educación aunada a otra serie de esfuerzos, es cierto, en Europa no se pueden desconocer, entre otros, los efectos del Plan Marshall o de diversas estrategias económicas; en el Japón, su cultura.

Con el compromiso y la responsabilidad de todos los actores claves del territorio, una ciudad más competitiva y con igualdad de oportunidades para los jóvenes y sus distintos habitantes, debe contemplar una ruta hacia la creación de empleo de calidad, la cultura del emprendimiento empresarial, el desarrollo económico incluyente, la orientación y formación para el trabajo y para la ejecución de proyectos productivos que permitan la generación de ingresos. Sobre todo teniendo en cuenta que pronto se tendrá que hacer un corte de cuentas en el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y se avecinan nuevos desafíos con la implementación de los TLC en la Región Caribe.

Santa Marta, cuenta con una Tasa de Desempleo de 9,9%, a pesar de ser una de las más bajas del país, el empleo se ha sustituido por una ocupación precaria, inestable, casi sin protección social, en la que ocupa un alto porcentaje el subempleo y la informalidad. Además de que se cataloga como el tercer municipio del país en recepción de población desplazada, con el 3,1% de la media nacional, por encima de capitales como Cali y Barranquilla, y un 6% de sus habitantes, aún está situación de analfabetismo. Víctimas por tradición excluidas, sin opciones, con fuerza de trabajo poco o no calificado que entran a competir en una ciudad en precaria situación económica y carente de espacios para el emprendimiento y la inclusión social.

Santa Marta, según el Informe Nacional de Competitividad 2009-2010, ruta a la Prosperidad Colectiva, ocupa el puesto 14 de 15 ciudades analizadas en términos de calidad de vida. Por ejemplo, en el tema del bilingüismo a 2005, según fuentes internacionales y del DANE, sólo el 3,7% de los Samarios habla inglés; según Asobancaria en bancarización 38% de las personas tienen acceso a una cuenta de ahorros, 9% de los ocupados en industrias manufactureras por intensidad son en capital y alta tecnología, 10% en mano de obra no calificada y el resto se centra en trabajo con recursos naturales, según análisis de una metodología de clasificación del Banco de la República; casi un 10% ejercen actividades como trabajadores independientes o por cuenta propia, dentro del 47% de nuestra población que vive en la pobreza, de los cuales, según el Dane, la proporción de personas en NBI a 2010 es de 29.03%, en miseria de 10,51% y en dependencia económica de 7,02%.

En el área urbana 3 de cada 10 hogares no tienen resueltas sus necesidades y en el área rural 5 de cada 10 hogares son excluidos de las oportunidades de bienestar y desarrollo, en un país en el que el Coeficiente de Gini en las cabeceras municipales se encuentra en la línea de 0,555, en la que el Magdalena raya en 0.545.

En ese panorama complejo, con cifras contundentes en materia de desigualdad y pobreza, un programa de empleabilidad y emprendimiento empresarial para Santa Marta deberá esencialmente ir dirigido a la estabilización socioeconómica de su población vulnerable y en debilidad manifiesta como estrategia de lucha contra la pobreza extrema y la inequidad, a través de generarles oportunidades para aprender un oficio y de fomentar alternativas laborales como una opción de proyecto vital, de resiliencia y de sostenibilidad en el futuro.

El liderazgo de estas iniciativas, no sólo parte de la institucionalidad pública, sino que es necesario generar sinergias que permitan la democratización de las libertades y capacidades económicas en el Distrito y la promoción de acciones que posibiliten la participación real y efectiva de las personas vulnerables, marginadas o excluidas de la dinámica productiva de la ciudad, de manera que con avances en igualdad de oportunidades para el desarrollo humano, se construya colectivamente una ruta hacia la equidad, el progreso y la competitividad de la ciudad.