Ciudadela, barrio de arbolitos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Bustamante Barros

Carlos Bustamante Barros

Columna: Columna Caribeña

e-mail: cm-bustamante@hotmail.com



En la ciudad de Santa Marta existe un barrio que ha sido arborizado profusamente por sus moradores ese lugar privilegiado por la naturaleza es La Ciudadela 29 de Julio ubicada en el sur oriente de la vieja urbe de Bastidas, en la cual es posible observar arbolitos de mango diseminados por doquier que les brinda al visitante, vivificante sombra al igual que apetitosos frutos, del mismo modo se pueden ver arbolitos de trébol sembrados en fila india en sus calles de intersecciones, que en la amplia explanada de suelos blanquecinos parecen adustos guardianes inamovibles y al final del día cuando cede la luminosidad del astro rey para dar paso a la noche oscura que lo cubre todo con su manto negro, la naturaleza en su sapiencia infinita empieza a producir cambios sustanciales cuando la brisa tempestuosa proveniente del océano mueve la arboleda, entonces se tiene la percepción inequívoca de la fuerza inmensa de vida que supera todo lo demás, acrecentado por los perfumes naturales derivados de la secreción femenina que impulsa la existencia con creces. 

La Ciudadela es un barrio que con el transcurso de los años sus casas de interés social han sido transformadas en residencias modernas con buena arquitectura diseñadas con gusto, incluso para ganarle espacio al terreno han sido convertidas de dos plantas pero siempre con la particularidad de zonas verdes y mucha vegetación que la torna atractiva y de paso sirve para atenuar el sofocante calor del Caribe colombiano que logra alcanzar temperaturas altas que alcanzan hasta de 40º centígrados.

Al mismo tiempo por su privilegiada ubicación cerca de avenidas concurridas de acceso a la ciudad se han construido centros comerciales modernos con avisos luminosos en luces de neón que le otorga a la estancia visión nocturna similar a las grandes ciudades, con pizzerías, estaciones de servicios, concesionarias de motocicletas, restaurantes, por lo que puede afirmarse que este barrio de Santa Marta es uno de más privilegiados por su posición geográfica en la que es necesario destacar la sapiencia de gobernantes distritales anteriores que tuvieron el tino de unir mediante trazados acertados las avenidas del rio con los barrios del suroccidente como el Pando, otorgando de ese modo amplia circulación para la evacuación del tránsito y evitar el embotellamiento vehicular.

No me aventuro a señalar nombres específicos de cuales administraciones distritales del pasado fueron los que tuvieron el acierto de diseñar las avenidas de intersecciones que le dieron vida al barrio, por decirlo de esa manera, para evitar celos innecesarios de protagonistas de obras sociales con fines políticos, en la cual debe señalarse es obligación constitucional de todo gobernante realizar obras sociales pensando en el interés general incluso sobre el particular, pero en todo caso la comunidad samaria sabe a plenitud cual (es) fueron sus gestores.

También el barrio de la Ciudadela tiene parques recreacionales los cuales lucen descuidados como casi todos existentes en esta ciudad de Santa Marta, lo que indica que no hay conciencia recreacional en estos renglones necesarios para el sano esparcimiento, lo cual parece extraño en una ciudad de seiscientos mil habitantes con grandes avenidas y centro histórico, todo parece indicar más bien que el descuido y carencia de parques con gramas, columpios, etcétera, se debe a la carencia de asignación de recursos para estos fines por la administración distrital que permita contratar jardineros, celadores diurnos y nocturnos que hagan posible contar con parques en la vieja urbe de Bastidas, para que los niños incluso adultos puedan recrearse sanamente.

El barrio de La Ciudadela repleto de arbolitos por doquier me recuerda al pueblo natal en el cual tuve el privilegio de nacer llamado Carraipia (suroriente departamento de La Guajira), en la cual todas sus calles así como patios de residencias están atiborradas de arbolitos frutales que hacen agradable la temperatura ambiental, adornados en la soledad nocturna por la luz titilante de las luciérnagas que vuelan sin rumbo fijo, llevando con su luminosidad la esperanza, meritorio y noble anhelo que nunca debe morir en los corazones para poder vivir.