Calidad educativa: estrategia vital (y 8)

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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



La ampliación de la oferta educativa ubica a las instituciones y centros educativos en una situación en la que la calidad se convierte en factor estratégico fundamental.

El reto de universalizar la escolaridad resultará importante si se lleva a cabo con un simultáneo mejoramiento de la calidad educativa.

Una educación con calidad es aquella que asegura a los niños, niñas y jóvenes la adquisición de conocimientos científicos, destrezas y actitudes que les son necesarias para enfrentarse a la vida.

No obstante, debemos tener en cuenta que no es lo mismo preparar para la vida en un entorno rural que en el entorno de una enorme ciudad. Ni es lo mismo educar aceptando el modelo actual de sociedad que considerando la posibilidad de construcción de un mundo distinto y mejor.

La calidad educativa debe ser vista como un bien que debe también ser universalizado.

No es posible seguir contemporizando con la existencia de mejor calidad educativa para las instituciones privadas y precaria calidad educativa para las oficiales. Acceder a una educación de calidad es también un derecho como es el derecho a la accesibilidad al sistema educativo.

El Estado, a través de las diferentes secretarías de Educación, debe propiciar los recursos humanos, organizativos y materiales según las necesidades de las instituciones educativas para que los alumnos puedan gozar de oportunidades que promuevan su progreso académico y personal. La búsqueda de una educación de calidad debe promover el cambio y la innovación permanente, permitiendo una reflexión crítica sobre las políticas del Estado y la práctica misional del profesorado.

Para lo anterior, se debe incluir la participación activa del estudiantado, tanto en el proceso educativo como en la vida global de la institución educativa; esto dentro de un marco de concertación donde todos los estamentos de la comunidad educativa se sientan respetados como interlocutores válidos.

El logro de la participación de las familias en los asuntos de las instituciones educativas es también un objetivo de una educación de calidad. Lo mismo, estimular y facilitar el desarrollo profesional y el bienestar del profesorado y de los demás actores de las instituciones educativas.

En definitiva podemos afirmar que para procurar una calidad de la educación se deben atender varios frentes: los recursos materiales (aulas de clase, aulas de recursos, biblioteca, laboratorios, patios, instalaciones deportivas, mobiliario, recursos educativos); los recursos humanos (nivel científico y didáctico del profesorado, experiencia y actitudes del personal en general, capacidad de trabajar en equipo, ratios alumnos/profesor, tiempo de dedicación).

Se sabe que los servicios que realizan las personas determinan la calidad de toda organización humana. La institución educativa es, en primera y en última instancia, lo que hace la gente que la compone.

En este sentido es muy importante su participación y compromiso; la gestión administrativa y académica (labor directiva, organización, funcionamiento de los servicios, relaciones humanas, coordinación y control). Y, finalmente, los aspectos pedagógicos (proyecto educativo institucional, proyecto curricular, evaluación de los alumnos, adecuación de los objetivos y los contenidos, tratamiento de la diversidad cultural, metodología didáctica, utilización de los recursos educativos, evaluación, tutorías, logro de los objetivos previstos, etcétera).

Aunque sé que más de un docente (espero que sea una cifra insignificante) no asume la responsabilidad debida ante la crisis de la educación pública en Colombia, sigo considerando que la mayor responsabilidad será siempre humana.

De manera recurrente agencias como la Unesco, informes como el Mckinsey y pruebas como Pisa han venido llegando a una conclusión cada vez más aceptada: los mayores logros de los sistemas educativos y los mejores aprendizajes de los estudiantes están determinados por los maestros y maestras; de sus conocimientos y saberes, de sus habilidades y competencias para enseñar, instruir y orientar depende el éxito del aprendizaje de los estudiantes.

Los gobiernos deben procurar mejorar la formación profesional y especializada del personal docente y de los directivos docentes; el manejo adecuado de las relaciones entre la enseñanza y la orientación por ellos impartidas y las singulares condiciones de los estudiantes para aprender; la pertinencia de los currículos, los planes de estudio y los planes de aula; la transformación de los conflictos que surgen con ocasión del proceso de enseñanza-orientación-aprendizaje en el aula en beneficio de mayores y mejores conocimientos, habilidades y competencias cooperativas y solidarias.

El debate, la argumentación, la indagación, la curiosidad, la apertura y la flexibilidad son elementos esenciales en este enfoque. Para ello se tienen que formar tanto maestros como estudiantes dentro de la misma práctica y acción cotidianas. El conocimiento no es un fin en sí mismo, sino una herramienta de formación de personas integrales y felices que construyen a su vez una sociedad desarrollada y de la mejor calidad.