Yo evado, tú evades, todos evadimos

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Benjamín Franklin dijo que hay dos cosas ciertas en la vida: la muerte y los impuestos. Si hubiera sido colombiano, hubiera parado en la primera, que es la única cierta de las dos en nuestro país.

Es un secreto a voces, que los colombianos hacemos hasta lo imposible para hacerle el quite a las cargas tributarias.

Esto ha llevado a que el Gobierno Central esté trabajando en hacer una reforma tributaria que le genere al erario público 9 billones adicionales. Tratando de vender esta idea a la gente, el presidente Santos dijo que en Colombia hay personas que ganan mucho y no pagan suficientes impuestos, mientras que hay muchos que ganan muy poco y pagan demasiado.

No en vano un diario tituló lo dicho por el Presidente, algo si como que los ricos no pagan lo que en justicia les corresponde. Tal vez la reforma tributaria sea una necesidad, entre otras cosas para corregir la inequidad, pero hay que ser cuidadosos para no convertirla en una justificación para la lucha de clases. Darle este enfoque populista, es dañino para Colombia e innecesario.

Cuidado Presidente, no sea que por andar prendiendo fogatas pequeñas aquí y allá, termine por quemarse el bosque. Los mayores siempre recomiendan que no se juegue con la candela. Un consejo de mucha sabiduría.

Pero sigamos analizando el tema. En teoría los impuestos directos, por ejemplo a los ingresos, son mucho más equitativos porque pueden ser gradados; en el caso de los ingresos, según la cuantía. Dice Santos, que los pobres tienen una carga demasiado alta.

Si tuviéramos que creerle al Presidente su preocupación por los pobres, pues entonces que espera para quitarles el IVA.

Bien sabe el Presidente que los impuestos indirectos, como el IVA, son regresivos en términos sociales porque no discriminan entre pobres o ricos, y son los más injustos e inequitativos, y ni que decir que son los que golpean más duro a los pobres. ¿Entonces?

Todo lo afirmado por Santos puede tener algo de cierto, pero no da en el clavo. En Colombia tenemos un gran problema de evasión de impuestos porque la corrupción mayor es un importante incentivo para la corrupción menor.

Los entendidos llaman corrupción mayor, a la que normalmente sale en las planas de los periódicos y que tiene que ver con empleados públicos corruptos, contratistas del Estado, entre muchas otras especies.

La corrupción menor, es la que comete el ciudadano de a pie cuando evade impuestos, cuando paga sobornitos, y cosas por el estilo.

Y es que la gente en Colombia se resiste a pagar impuestos porque creemos, sabemos para ser más exactos, que van a saquear las arcas de la nación.

Pagamos impuestos todos para que unos pocos se enriquezcan ilegalmente -o legal pero inmoralmente- con el dinero de todos.

Por esto afirmo, que la corrupción mayor incentiva la corrupción menor, y no podemos culpar a la gente por pensar y actuar así. Un Abe Franklin colombiano hubiera dado como segunda certeza, la inevitabilidad del saqueo del erario público.

Con toda seguridad otro gallo cantaría, si no hubiera corrupción mayor, o fuera reducida a sus justas proporciones como alguna vez dijo Turbay Ayala, que si sabía de esto. Aunque para mí, la justa proporción es cero, o lo más cercano a cero.

El dinero de la nación es sagrado.

Si no se robaran la plata, habría dinero de sobra para que la gente sintiera que realmente los impuestos revierten en beneficios tangibles para todos. Habría dinero para escuelas, educación, vivienda y salud, y hasta quedaba. Estoy seguro, de que si esta fuera la situación, la mayoría de los colombianos no evadiría impuestos.

Mientras persista la corrupción mayor, como la que tenemos, es mejor que se cobre mucho menos impuestos a las personas.

Creo que esto sería más beneficioso para la economía, ya que los contribuyentes podrían consumir más.

Como ya se sabe, la gallina fue primero que el huevo, entonces creo que antes de hacer una reforma tributaria bonita y moderna, lo primero es acabar con la corrupción mayor. Las sociedades se transforman con cambios de fondo y no con meros cambios formales. Solo cuando no haya corrupción, es moralmente posible hablar de reforma tributaria.