País de empresarios agachados

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Dentro de las muchas cosas que nos identifican como colombianos, ocupa lugar destacado nuestra creatividad a la hora de ganarnos la vida, o el rebusque como también se le conoce.

Hasta podría decirse que gracias a esto, los problemas sociales no se han desbordado, o por lo menos todavía no.

Colombiano que se respete cuando está varado recurre a actividades varias, siendo el comercio una de las más apetecidas. Esto ha llevado a que Colombia sea un país de empresarios por necesidad, ya que la economía no genera suficientes empleos para todos aquellos que quieran y estén en condiciones de trabajar. Ni que decir que este tipo de emprendimiento se caracteriza por ser mayormente informal, es decir, que no cumple con los requisitos de ley.

El Gobierno Nacional hace intentos por formalizar a estos empresarios informales, y trata de presentar la formalidad como algo atractivo. La gente no le come cuento a la carreta del Gobierno porque la verdad es que es demasiado caro ser formal. Además, si yo soy empresario por necesidad, lo último que quiero es un socio llamado Gobierno con todas sus cargas, papeles y burocracia.

Tal vez a nadie en el Gobierno se le ha ocurrido que la mejor forma de acabar con la informalidad es generar suficientes empleos. La mayoría de los empresarios por necesidad dejarían de serlo inmediatamente, de ofrecerles un empleo digno. Este es un lado de la moneda.

El otro lado, son los empresarios formales, que cumplen con todas sus obligaciones de ley y que generan empleo formal y de calidad, pero que se ven afectados por la competencia informal e ilegal. A los empresarios formales les queda difícil competir porque las cargas laborales y tributarias aunados a los costos operativos propios de sus empresas, les resta competitividad.

Recientemente, las gasolineras de tres departamentos de nuestra Costa Caribe, dijeron estar al borde de la quiebra por la competencia de los pimpineros. Este es solo un caso, ya que basta con recorrer los centros de todas las ciudades de Colombia para ver como estos están atiborrados de ventorrillos y agáchate.

Por último, tenemos al consumidor, que también como buen colombiano que es, trata de estirar el dinero lo más que puede, y por esto se deja seducir fácilmente por los empresarios informales. El consumidor colombiano es increíblemente sensible al precio, y basa sus decisiones de compra principalmente en el precio. Es decir, que consideraciones como tener garantía y otras protecciones al consumidor, solo son relevantes cuando el riesgo financiero de la compra es alto. De otra manera, gana el precio más bajo.

Al consumidor poco le importa que cada vez que se agache, quiebre un negocio y se pierdan empleos buenos. Los efectos negativos colectivos de las operaciones comerciales informales no son obvios, y son vencidos por el beneficio individual del consumidor. Entre otras cosas porque el beneficio personal aparente es inmediatamente percibido y cuantificable, mientras que los efectos negativos para la colectividad no lo son.

Este círculo vicioso es difícil de romper porque las fuerzas que lo mueven, en el caso del empresario informal, son necesidades básicas y derechos fundamentales. Otro tanto, casi que podría predicarse del consumidor también.

Por todo lo anterior, los intentos de formalización del gobierno en lo concerniente al emprendimiento por necesidad, son y serán infructuosos. La forma más efectiva de acabar con el emprendimiento informal es creando suficientes empleos, como ya se dijo antes. Es una canallada seguir diciendo que el desempleo es solo de 12.6%, cuando todos sabemos que esto no es verdad. Es muchísimo mayor.

No hay verdad revelada cuando decimos que el emprendimiento por necesidad, es otra forma de desempleo, y así tenemos que decirlo. Llamarlo de otra manera es desvirtuar su esencia y hacerle el quite al problema: no está desempleado, ahora es empresario, solo necesitamos formalizarlo. ¿De verdad cree el Gobierno su propia mentira, y además quiere que se la creamos?

El país no necesita más pañitos de agua tibia o iniciativas mentecatas de formalización. El país necesita crecer y crear empleos.

Los gobiernos son pésimos generadores de empleo, pero en cambio si les corresponde colocar los pilares para crearlos por medio del diseño de políticas públicas adecuadas. Este es el reto.